Un equipo forense integrado por siete peritos chilenos y cinco extranjeros tienen desde ayer en sus manos la difícil misión de resolver los misterios que rodean la muerte del ex presidente de Chile, Salvador Allende, ocurrida durante el golpe de Estado encabezado por Augusto Pinochet el 11 de septiembre de 1973. Por lo pronto, ayer se dio el primer con la exhumación de los restos de Allende ordenada por el juez, Mario Carroza, para practicarle una nueva autopsia que establezca fehacientemente las causas del deceso, antes las dudas surgidas sobre la versión de suicidio.
La versión más difundida de los hechos, aceptada incluso por la familia de Allende, es que el mandatario se mató disparándose en la barbilla con un fusil de asalto AK-47 que le había regalado el líder cubano Fidel Castro.
Esta explicación está respaldada por el testimonio de los médicos Patricio Guijón y José Quiroga, colaboradores de Allende, quienes sostienen que presenciaron el instante en que se volaba la cabeza en el salón “Independencia”, en el ala Noreste del segundo piso del Palacio de La Moneda, sede del Gobierno chileno.
Sin embargo, también han surgido dudas respecto de la veracidad de esta versión y han aparecido hipótesis que sugieren que Allende pudo ser asesinado o que falló al suicidarse y tuvo que ser rematado por uno de sus colaboradores más cercanos.
Está última tesis es la que defiende el escritor y periodista chileno Camilo Taufic, quien tras investigar la muerte de Allende durante varios años llegó a la conclusión de que la causa de la muerte del ex mandatario fue un “suicidio asistido”, según reveló a Efe.
Taufic sostiene que Allende se pegó un tiro con una pistola pero quedó malherido, por lo que fue un miembro de su guardia personal, los llamados “GAP” (Grupo de Amigos Personales), quien lo remató en un “acto de solidaridad humana y política”.
Refuerza esa posibilidad un informe del año 2008 del experto forense Luis Ravanal, que detectó anomalías en el análisis de la autopsia de Allende, realizada pocos días después de su muerte, y llegó a la conclusión de que el cráneo recibió dos impactos de armas de calibres diferentes.
Según ese informe, hay un orificio de entrada en la zona superciliar derecha y uno de salida redondeado en la zona posterior de la bóveda craneana que no coinciden con un disparo efectuado por un fusil, pero que podrían corresponder al de una pistola o un revólver.
Tras su muerte, el cuerpo de Allende fue sometido a una necropsia antes de que sus restos fueran trasladados a la ciudad costera de Viña del Mar, a unos 125 km de Santiago.
En 1990, con la recuperación de la democracia, el cadáver fue exhumado y trasladado de nuevo a la capital de donde ayer volvió a salir. La nueva exhumación se realizó por la mañana en el Cementerio General de Santiago en presencia de una 150 personas, entre ellas el juez de la causa, las hijas del ex mandatario, Isabel y Maria Paz Allende, peritos, dirigentes políticos, periodistas, funcionarios y familiares.
“Se hizo todo en los plazos convenidos. Culminó con el cierre del ataúd que se lleva al Servicio Médico Legal (SML), donde se procederá a la apertura. Todo ha sido exitoso en presencia de los peritos y observadores”, resumió el juez Carroza.
La exhumación se prolongó por 90 minutos y culminó con una pequeña marcha desde el mausoleo de la familia Allende hasta la oficina del SML, distante 400 metros, con el féretro cubierto por una bandera chilena, a bordo de una carroza escoltada por policías y seguida a pie por las hermanas Isabel y María Paz Allende, quienes portaban claveles rojos.
Inmediatamente después, en las dependencias del SML, los expertos iniciaron las pericias con un examen radiológico de la pequeña urna donde reposa la osamenta del ex mandatario socialista.
