Hace un año se realizó en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de San Juan, un foro sobre el diálogo interreligioso, la concurrencia que excedió el ámbito de la carrera de Filosofía, donde se originó el foro, fue una prueba del interés que el tema despierta hoy, en un mundo de confusiones pero también de búsqueda. El tema sigue desarrollándose a nivel internacional como una forma de encuentro, y como la posibilidad de acuerdos en favor de la humanidad.
El Prefecto de la Congregación para las causas de los santos, Angelo Amato, desde una propuesta epistemológica distingue dos caminos en ese diálogo, no necesariamente complementarios.
Uno, el diálogo de la caridad, se ve como una posibilidad de reconciliación en la civilización humana, de lograr la estima y la valoración del interlocutor, teniendo presente que pertenecemos a la misma humanidad. Eso puede llevar a la colaboración entre las religiones a favor de la paz, de la protección de la naturaleza, de la vida, de la solidaridad en el aprovechamiento de los bienes de la tierra, de la recuperación de los excluidos; en general se puede promover un entendimiento planetario que impida los efectos negativos de la explotación de los recursos naturales. El otro camino es la confrontación en la búsqueda de la verdad, en el encuentro de las ideas religiosas, sobre la base del respeto a la conciencia del otro, y de la sinceridad en las propias convicciones. La dificultad que puede verse en ese encuentro no es obstáculo para su promoción, y su necesidad se advierte en las confusiones de hoy; las pautas epistemológicas permiten encauzar el diálogo, pero Amato advierte: la "finalidad del diálogo interreligioso no es, como algunas corrientes teosóficas dan a entender, la creación de una religión universal, sincretista, que reconoce un mínimo común denominador" (Jornada de encuentro judeocristiano 2008). El problema es que el mínimo común denominador buscado desde algún esoterismo derivado del antiguo gnosticismo, borra las características esenciales de cada creencia religiosa. Distinto es buscar una base común para la investigación, que permita avanzar en ideas y descubrir aspectos nuevos y preguntas que acerquen al gran misterio de Dios. El diálogo hecho de ese modo en una verdadera confrontación, permite que el interlocutor hable desde su originalidad.
Además la búsqueda del denominador común puede llevar fácilmente a postular la propia doctrina, y verla presente de algún modo en distintas formas religiosas, creyendo encontrar en la investigación lo que en realidad se quiere encontrar. Una investigación de ese tipo de la historia de las religiones, borraría la identidad de cada forma religiosa, subsumiéndola en una forma genérica solo comprensible para la investigación y no para los interlocutores. La verdadera confrontación se hace desde las ideas propias sobre el significado del misterio divino, incluye también convicciones éticas, educativas, políticas y culturales. Eso define una identidad religiosa desde la cual se puede iniciar un diálogo sincero sobre los grandes temas: Dios, hombre, cosmos.
El Prefecto destaca que desde el comienzo el cristianismo enfrentó desafíos que se mantienen actuales, como la justificación racional de la fe, la verdad y su puesta en práctica. La situación de diálogo no impidió confrontaciones, la fe cristiana frente al politeísmo pagano se justificó racionalmente como un hecho histórico, la encarnación, muerte y resurrección de Cristo; esa verdad no puede confundirse con la creencia en una salvación por el conocimiento (gnosis), ni el verdadero diálogo interreligioso puede confundirse con el sincretismo impulsado por corrientes vinculadas a la New Age.
El diálogo no significa el abandono de las propias convicciones, al contrario, desde la propia identidad es posible reconocer la alteridad. El cristianismo desde los primeros tiempos integró dialógicamente las verdades de fe con la filosofía griega.
