Un equipo científico de Oregón (EEUU) anunció hace unas semanas que ha obtenido células madre embrionarias humanas por clonación nuclear con fines terapéuticos.
Las células madre, también denominadas células troncales ó estaminales, son células que tienen la capacidad, no solamente de poder cultivarse y reproducirse así mismas, sino también de poder producir células adultas de diferente progenie, es decir, de diferentes tejidos.
¿Cuál es su importancia? La medicina reparadora intenta sustituir las células dañas por enfermedades o lesiones (Parkinson, Alzheimer, esclerosis múltiple, enfermedades cardíacas, lesiones de la médula espinal, etc.) por células madre que regeneren los tejidos afectados.
El método utilizado para obtener células madre en este caso es por transferencia nuclear: se extrae el núcleo a un óvulo y se inserta el núcleo de una célula adulta (transferencia nuclear somática). El nuevo sistema, que posee el mismo ADN del paciente y por ello evita rechazos, comienza a desarrollarse como un embrión.
Que se trata de un embrión no ofrece ninguna duda como lo demuestra la existencia de numerosos clones de mamíferos (ratones, ovejas, perros, gatos, macacos, etc.) obtenidos por el mismo procedimiento, que es el que dio vida hace 16 años a la oveja Dolly, y que se ha recreado ahora para obtener embriones clónicos humanos.
El embrión generado es luego destruido mediante la separación de sus células, por lo que el problema ético salta a la vista: se crean clones humanos para después destruirlos, ya que es imposible extraer las células del blastocisto (embrión a los 6-7 días dotado de más de un centenar de células) sin destruirlo.
Más allá de los fines buenos buscados con ésta técnica, lo cierto es que se crean embriones humanos para luego destruirlos a fin de utilizar sus células con fines terapéuticos.
Por eso, la clonación por transferencia nuclear aplicada a seres humanos está expresamente prohibida por el Protocolo Adicional al Convenio Europeo sobre los Derechos Humanos y la Biomedicina. Concretamente, se prohíbe toda intervención que tenga por finalidad crear un ser humano genéticamente idéntico a otro ser humano vivo o muerto.
No se entiende como se insiste en este procedimiento cuando también es posible obtener células madre de tejidos adultos, por ejemplo, del cordón umbilical, placenta, de médula ósea, etc. Numerosos protocolos en marcha demuestran que células madre obtenidas del mismo paciente pueden inocularse en órganos dañados y repararlos, como por ejemplo, en enfermedades cardíacas y óseas.
Mientras la utilización de células madre adultas no ofrece ningún problema ético, la obtención de células madre embrionarias implica destruir ineludiblemente un embrión humano de pocos días, lo que introduce en el debate científico un componente ético imposible de soslayar.
Ciertamente la embriología y la genética han demostrado que a partir del cigoto estamos en presencia de un ser humano vivo. Sin embargo, hay quienes sostienen, en contra de la evidencia científica, que el embrión es solo un conglomerado de células sin valor ontológico alguno. Consecuentemente, son partidarios de que los embriones humanos puedan ser usados con fines experimentales o clínicos. Incluso, entre los investigadores, existe un tercer grupo, el de aquellos que circunvalan el problema y que ni afirman ni niegan la identidad humana del embrión, simplemente manifiestan que a ellos sólo les incumbe la vertiente científica y que el discutir sobre el valor ontológico de ese ser no afecta a sus investigaciones. ¿Pero puede un científico plantear sus objetivos experimentales sin valorar sus consecuencias éticas?
(*) Profesor. Bioquímico. Escritor. Instructor de métodos naturales de planificación de la familia.
