El ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni, recomendó a sus pares provinciales, que frente al fenómeno de las "rateadas" o "chupinas" estudiantiles convocadas por Facebook, no haya "ni complacencias ni sanciones", es decir no pensar en la doble falta, ni en castigos especiales o crítica sin análisis. "Los chicos están queriendo comunicarnos algo y, en este sentido, hay consenso en que debemos escucharlos", agregó.
Según este razonamiento, en el que los ministros se sienten proclives a tratar de entender cómo nos educan los adolescentes, más que en cómo educarlos, queda la intriga acerca de la interpretación final del mensaje. En el fondo, parecen decirnos que en la sociedad argentina basta con masificarse para poder quedar fuera de las normas y de las sanciones. Además, de un modo subrepticio nos están comunicando que la familia, la escuela y la sociedad adulta experimentan una impotencia radical para organizar y aplicar un sistema de coacción legítima. Hay un miedo o sentimiento de culpa para aplicar la ley o hacer cumplir las normas básicas, de modo que se pueda convivir ordenada y pacíficamente.
La dificultad para aplicar límites supone un acto de discriminación azaroso para con todos los ciudadanos y un desconocimiento del principio de igualdad ante la ley. No obstante, ésta es la mitad del problema, ya que no sólo está desvirtuada y en desuso la obligación de cumplir con la ley, sino que está en pleno auge la coacción ilegítima.
Resulta peligroso cuando el poder, que debe estar del lado de la ley, pasa al lado de la fuerza. El mensaje de los adolescentes es que una comunidad que busca vivir de espaldas a la ley, es la que se mueve entre la distorsión y la extorsión.
