Dado que una persona adulta suele pasar entre 8 y 10 horas diarias en su ámbito laboral, desde la Organización Internacional del Trabajo (OIT) salieron a promover los beneficios de una buena alimentación en el espacio laboral. Cuando esto ocurre, destacó la entidad los beneficios saltan a la vista: aumenta el rendimiento de los empleados por el adecuado aporte de energía y nutrientes; mejora su bienestar físico y mental; se previene enfermedades no transmisibles (diabetes, hipertensión, males cardiovasculares, obesidad, cáncer); se reduce los costos en salud y los del ausentismo laboral; y se genera una mayor satisfacción en los trabajadores al sentirse cuidados por la institución en la que permanecen la mayor parte de su día.
Al respecto, Mónica Katz, directora de la Carrera de Especialista en Obesidad y del Posgrado en Nutrición de la Universidad Favaloro, dijo que "como beneficio para el empleador se puede resaltar que una mala nutrición lleva a un menor rendimiento laboral".
Christopher Wanjek, autor de "La alimentación en el trabajo", un libro que le fue encargado especialmente por la OIT, coincidió en que "el ambiente laboral, donde muchos adultos pasan un tercio de su día, o la mitad de las horas en las que están despiertos, es un lugar lógico para realizar intervenciones de salud. Los programas de alimentación en el trabajo pueden prevenir deficiencias de micronutrientes y enfermedades crónicas como la obesidad".
Wanjek, que hizo un estudio profundo sobre la situación de la alimentación laboral en gran parte del mundo, explicó que "la inversión en nutrición queda saldada porque consigue una reducción de ausentismo por enfermedad y accidentes y aumenta la productividad y la moral. Estos programas de nutrición en el trabajo son buenos para los empleados, para el negocio y para los países". Y graficó: "La nutrición inadecuada de los trabajadores implica que en todo el mundo las empresas tengan pérdidas de productividad cercanas al 20%".
Si bien no hay datos oficiales sobre la situación alimentaria y nutricional en el trabajo en la Argentina, en 2013 la OIT dio a conocer un estudio sobre lo que ocurre en Chile. Según el informe, el 39% de los trabajadores no recibe ningún beneficio para alimentarse; y un 22% no dispone de un lugar para comer. Y se quejan de que el tiempo para almorzar es insuficiente y la calidad de la comida no es óptima ya que no suele incluir verduras y frutas. Por su parte, el 12,8% de las empresas reconoce que no ofrecen una alimentación saludable a sus trabajadores por razones de costo.
Una costumbre muy difundida entre los oficinistas es la de no salir a almorzar sino que comen en sus escritorios, algo que les permite ahorrar tiempo y dinero pero que, definitivamente, atenta contra su salud. "¡Alrededor del 70% de los británicos y norteamericanos almuerzan en escritorio!", se indignó Katz. "El problema es que cuando uno hace dos cosas al mismo tiempo, las conductas compiten entre sí. Y como el comportamiento "comer’ no es de alto involucramiento humano, si existe una actividad paralela al comer ésta funciona como distractor y potencia el subregistro del volumen ingerido, lo que genera consumo extra de calorías", aseguró.
