Una cadena de hombres se apostaba al costado de la pista agitando trapos aceitosos en lo alto, y despidiendo a los guerreros.
Los viejos Skyhawks "A4” empezaban a levantar revoluciones buscando la cabecera de pista. Vibraban enteros, tal vez era por el peso de las 140 mil horas de vuelo que poseían, ya que fueron comprados usados y venían del mítico desierto de Mojave. Para colmo existían fisuras en el larguero, había que cambiarles las alas, y los cohetes eyectores estaban vencidos, sin contar que los cañones de 20 mm se trababan.
La misión era disparatada, pero había que hacerla. Volar a dos metros de altura, cabalgando sobre el mar a un mach (1.000 km/h), cortando el mar como cuchillas y con el parabrisas lleno de sal y sin contar con radio altímetro, era casi un suicidio. Sin embargo, era la única forma de madrugar a las naves HSM Broadwoad y el Coventry que custodiaban el desembarco inglés en las islas Malvinas.
La altitud era a ojo, había sido lograda en las prácticas de adiestramiento de vuelo rasante, cuando los instructores indicaban la altura. Era esta la única forma posible que el lóbulo del radar de las naves inglesas no detectaran los viejos halcones.
Así despegó el escuadrón del Capitán Carballo, con un rosario atado a la palanca de eyección y el temple de un gladiador romano, sin otro objetivo que su amor por la patria, su argentinidad, al máximo de la expresión.
Las bombas estaban calibradas ya, eran las viejas ANM 65 A1 del Avro Lincoln inglés, y la idea de los aviadores en combate era devolverlas a sus creadores sin costo alguno. Sin embargo, la inteligencia británica había advertido ya a las fragatas sobre la posible misión. Pero como handycup a favor del escuadrón argentino, era el conocimiento que los mísiles SEEDAT, funcionaban en conjunción con el radar, de manera tal, que la detección en pantalla, era un punto primordial para su disparo, había que jugar esta carta.
Así llegaron a punto de tiro a velocidad máxima los primeros dos "A4”, sin visión posible. Y a velocidad del sonido, apoyando el piloto su casco sobre el costado izquierdo de la carlinga buscando un punto de visión.
Con los ojos casi fuera de sus órbitas, y tras vivar a la patria, abrían fuego sobre el HMS Broadwood, impactando las bombas sobre un helicóptero Sea King que estaba en plataforma y las otras, abrían un agujero en el casco del buque sin detonar.
Cuando el enemigo pensaba que el combate había terminado, venía el segundo round, y nuevamente dos aeronaves argentinas se acercaban, pero ya el turno era para el Coventry, descargando el alferez Barrionuevo, todo el arsenal transportado, hiriendo ya de muerte al moderno buque, que escoraba sobre babor, y en no más de veinte minutos, el mar devoraba el navío enemigo.
Los 4 Skyhawk regresaron a Río Gallegos, siendo una de las misiones más exitosas de la Fuerza Aérea en el combate de Malvinas. Cuesta creer cómo, estos viejos aviones de concepción de la década del "50 cuyo costo aproximado era de 50.000 dólares en ese momento, destrozaron este buque, cuyo valor puesto en puerto era de 550 millones de dólares, es que David nuevamente venció a Goliat.
La flota inglesa volvió severamente dañada y con varios navíos menos, siendo el testimonio de los mismos ingleses el parámetro principal para evaluar la valentía, el acto de arrojo a la patria, y el coraje puesto en escena de los pilotos argentinos, en definitiva es simplemente una cuestión de aptitud o más bien un ejemplo a seguir.
