La sabiduría es un compromiso de vida. Pero esa sabiduría debe tender ante todo hacia los saberes prácticos que nos lleven a actuar ante un dilema, con verdadera decisión y coraje.
Saber vivir es vivir con inteligencia. Con esa visión especial de carácter prospectivo y anticipativo pero sin dramatismos inútiles se debe resolver los problemas en el menor tiempo y con la mayor seguridad.
Esta fórmula del éxito en la vida no es simple; es a veces muy compleja. Depende de la personalidad, de la actitud pero por sobre todo del sentido de la responsabilidad con que se asume cada tarea.
En los puestos de dominio cuando la urgencia y la emergencia marcan la prontitud de las acciones es imperativo ser sabios aplicando los conocimientos específicos sin rendirnos ante los más severos obstáculos.
Se asume así un auténtico compromiso de vida, de la propia y la de los otros en una interactuación efectiva, base de toda sociedad organizada.
Creer que todo se sabe es malo y puede resultar adverso; ser humilde ante lo que se ignora es quizás un camino de encuentro con las alternativas más acertadas y los resultados más positivos.
El compromiso es acción orientada, dirigida y pensada pero además que nace de la profunda voluntad de aprender a ser mejores. Y este aprendizaje no es fácil, deja de lado muchos intereses personales para dirigir una mirada hacia el prójimo a veces tan lejos de uno mismo que no lo advertimos.
Comprometerse desde cada lugar es algo más que una palabra, que debe expresarse en hechos para ayudar al crecimiento individual y social.
