De él, precisamente, Leopoldo Alfredo Bravo heredó la pasión por la política y el arte de la diplomacia, que lo llevaron a ser el cuarto integrante del clan Bravo en llegar a ocupar la embajada argentina en Rusia.
Hasta los últimos días de su vida estuvo metido de lleno en su querido Partido Bloquista, a cuya presidencia había llegado en julio de este año luego de un proceso de internas en las que fue el candidato indiscutido al punto que no tuvo rivales.
Tras la desaparición física de su padre, la figura de Polo, como le decían sus amigos y hasta sus adversarios políticos, empezó a sonar con fuerza para convertirse en el conductor natural del partido de la estrella y hasta sus últimos momentos habló de su ganas de ser candidato a gobernador en 2011. Un sueño, que hubiera coronado una exitosa carrera política, pero que una cruel enfermedad no lo dejó cumplir.
Hablaba perfectamente el ruso. Y no porque lo hubiera estudiado para irse en el 2002 como agregado financiero en la embajada de Argentina en Rusia, sino porque pasó su adolescencia en Moscú, al lado de su padre, que fue embajador dos veces en la ex URSS. Pasaba en ese país sus vacaciones, sobre todo las del verano en esa gélida tierra, cuando era un joven estudiante del Liceo Militar en Mendoza, donde se recibió de Bachiller Nacional.
El mayor de los hijos de don Leopoldo, de un total de 6 hermanos, fue el único que pudo seguir los pasos de su padre en dos destinos. Primero en la presidencia del Partido Bloquista, y en segundo lugar el cargo de embajador, al que accedió en 2006, siguiendo una doble tradición, de familia y partidaria.
Esa fue la distinción más importante de una destacada carrera política que arrancó cuando, con sólo 23 años, fue secretario de la bancada del bloquismo en la Cámara de Diputados local en el período 83-87. Fue una catapulta para llegar a diputado provincial, desde 1987 a 1991, y llegar a jefe de bloque. La reelección vino en 1991. Así, ocupó una banca en la Legislatura por segunda vez hasta 1995, cuando fue electo diputado nacional, con mandato hasta 1999. En el Congreso presidió su propio bloque, fue secretario de la Comisión de Presupuesto y Hacienda, y vicepresidente de la comisión de Finanzas. En 1996, siguiendo el camino trazado por su padre, había llegado a presidir el partido por primera vez. Tres años después, una nueva reelección lo reconoció por un tercer período en la Legislatura local del "99 al 2003, pero terminó renunciando en 2001 por diferencias con la conducción aliancista que encarnaba Alfredo Avelín. Pero siempre mantuvo la jefatura de la bancada.
Desde el 2000 hasta que llegó a presidir el bloquismo fue titular de la Convención, el otro órgano de la conducción partidaria.
El salto a la vida diplomática fue en el 2002. El entonces presidente Eduardo Duhalde le prestó atención a este sanjuanino que tenía la mitad de su historia en Rusia, y lo integró al staff del Ministerio de Economía, como agregado financiero en la embajada de Argentina en ese país. Pero fue Néstor Kirchner en el 2006 el que lo designó al frente de la representación diplomática, el cargo que ocupaba cuando lo sorprendió la muerte.
Su llegada al otro cargo que ocupaba al momento de su deceso, el de presidente del bloquismo, fue en un momento convulsionado de la vida partidaria. Su antecesor, Edgardo Sancassani, había renunciado en medio de los tironeos por decidir si la fuerza debía continuar o no la sociedad política con el justicialismo. Y la diputada nacional Graciela Caselles tuvo que tomar la posta, hasta que le entregó la presidencia a Polo, en julio de este año.
Estaba casado con Laura Adamoli y era padre de cuatro hijos, quienes estaban junto a él al momento de su deceso, cuando contaba con 50 años de edad.
