Ya no hay forma de escaparle al diagnóstico, el Penal de Chimbas no sirve. Lo reconocieron tanto el ministro de Gobierno, Emilio Baistrocchi, como el ministro de la Corte de Justicia, Adolfo Caballero, esta semana en distintas declaraciones a este diario. En resumen, lo dijeron quienes, de una forma u otra, tienen la responsabilidad de desvelarse para que el Servicio Penitenciario sí funcione. No hay que dejar de reconocer lo valiente de las declaraciones, aunque por ahora eso poco ayude, ya que los números son más contundentes: el 30 por ciento de los beneficiados con salidas transitorias, no vuelve; el Penal tiene casi el doble de internos de los que permite su capacidad; hay tantos procesados como condenados y el nuevo lugar de reclusión llegará, si se cumple la promesa de Baistrocchi, recién en 2019.
Lo del Penal de Chimbas es una herencia, claro está, que viene de 12 años (o muchos más) en los que prácticamente no se hizo nada. Un informe que publicó este diario entre diciembre de 2013 y enero de 2014 fue contundente: ‘La polémica comenzó a partir de que el 4 de diciembre pasado, los fiscales federales Katia Troncoso y Mateo Bermejo y funcionarios del Área de Encierro de la Procuraduría Contra la Violencia Institucional de la Nación realizaron una inspección judicial a la cárcel. Y en el Pabellón 4 Sector 2, que es el espacio conocido como de máxima seguridad, detectaron ‘flagrantes violaciones a los derechos humanos’ por las malas condiciones en las que viven los detenidos. Por ejemplo, observaron que los 50 presos de ese sector estaban alojados en celdas que no tenían inodoros ni lavabos para higienizarse, que no recibían elementos para lavarse y que la alimentación era escasa y hasta que debían comer con las manos porque no les proveían de vajilla, ni siquiera de plástico’, sintetizaba la crónica firmada por el periodista Claudio Leiva. La reacción del entonces ministro de Gobierno, Adrián Cuevas, fue mucho peor que la de Baistrocchi ahora: ‘en el Penal se está trabajando bien’, justificó ante DIARIO DE CUYO tras esa publicación. Lo de Cuevas fue una gran mentira que Baistrocchi vino a remediar con una felicidad parecida a la de haber encontrado un tesoro escondido y, en realidad, lo sabíamos todos. Después Baistrocchi salió a decir que nunca dijo que el Penal no sirve, si no que lo que le había dicho a este diario era que no sirve para la reinserción y resocialización de un interno. Si un Penal no sirve para la reinserción y resocialización de un interno, ¿para qué sirve? Estuvo y está creado sólo para ese fin, y si no cumple ese fin, entonces, no sirve, como había dicho el ministro la primera vez y se arrepintió vaya uno a saber porqué cuestión interna.
Ahora bien, y más allá de la notoria falta de comprensión de texto del funcionario, en ocho meses de gestión, ¿se puede cambiar lo que casi no se tocó en 12 años? Obviamente que no y nadie lo espera. ¿Por qué? Por muchas razones, entre ellas que el cambio debe ocurrir desde la Nación hacia abajo, ya que se trata en su mayoría de legislación nacional; porque la Corte de Justicia de San Juan se lava las manos y no acompaña (ver página 9), y por un montón de antiguas razones cuyo punteo sería interminable.
Mientras tanto, mientras gestan el cambio profundo, los funcionarios del Ministerio de Gobierno deberán calmarse un poco y acomodarse a la coyuntura, ya que un problema como el que ocurre con las salidas transitorias, por ejemplo, no se arregla de un día para el otro. Que la sociedad sepa cuál es la raíz del dilema, no supera al dilema, solamente lo convierte en debate. El sinceramiento del joven Baistrocchi o de cualquier otro funcionario no hace descender los índices de inseguridad, que dicho sea de paso, van bajando, aunque no por las aventuras mediáticas de los funcionarios, claro está. Dicen que el funcionario tiene pasta y dan al menos una razón para sostener esa defensa: en poco tiempo se le animó a la interna de la Policía, lo que no es poca cosa. No sólo esa interna es compleja, lo peor tiene que ver con la inacción, la de la Justicia y la del giojismo en los últimos años de gestión.
En el caso de la seguridad, no hay nada más que hacer que dar una batalla legal y política, no mediática, porque esa, siempre estará perdida. La famosa sensación de inseguridad se construye con hechos reales, pero también con el aporte de los otros, no hay que olvidarse. En definitiva, reconocer que el Penal no sirve, no es más que eso, cumplir con decir la verdad, pero nada más.
