Los chicos de la escuela Florencia Nightingale tienen una habilidad especial: aprendieron a manejar el lápiz mientras tienen los guantes puestos. El establecimiento no tiene gas y la potencia de la electricidad no es suficiente, ni bien enchufan una estufa se quedan sin luz. Pero los 253 alumnos y las maestras tomaron una actitud ejemplar: todos colaboran para pasar menos frío. La prueba se ve en medio del campo que transitan los niños para llegar a la escuela. Muchos de ellos lo cruzan con pequeños atados de leña en las manos, con los que colaboran para calefaccionar las pocas aulas que tienen estufa. La mayoría de las maestras, por su parte, compró o lleva desde sus casas pantallas que funcionan con garrafas. Y se encargan de cambiarlas cada vez que se termina el gas. Otra maestra, en cambio, optó por una estufa que funciona con querosén. Ella llega con el bidón repleto del líquido rojizo, saca un embudo y la llena. Los alumnos, que ya aprendieron la técnica, la ayudan. Y, mientras tanto, otra maestra pasa el lampazo para limpiar las gotas derramadas y aprovecha para darle brillo al piso. La buena voluntad existe, pero no alcanza. Por eso, los niños escriben con la ropa de abrigo puesta, es la única solución que les queda para ganarle al frío. Lo mismo sufren los alumnos de la escuela Gonzalo Doblas, también en 25 de Mayo. Sus papás tomaron el establecimiento ayer, para pedir que arreglen los vidrios y coloquen calefacción.
