Cecilia Procopio miraba su mapa, pero no hallaba el monoblock 1 del sector 4. Cuando creyó encontrarlo, se topó con otra censista que subía una escalera. "Este es el 2. El 1 debe estar para el otro lado", le aclaró la chica. Finalmente, Cecilia entró a un negocio, preguntó y una vez ubicada, enfiló para el complejo de departamentos. "Es un lío, el problema de un barrio tan grande es que no están bien definidas las ubicaciones y los sectores que nos dieron las autoridades. Y ni hablar que es una barbaridad que a una sola persona le toque entre 45 y 50 casas para censar, como nos ha pasado a nosotras. Yo a esto lo planteé en una reunión, pero no me dieron bolilla", contó Cecilia. Populoso, el barrio San Martín es uno de los más grandes del Gran San Juan y para censarlo en tiempo y forma, los encuestadores se armaron de paciencia, zapatillas cómodas para subir y bajar escaleras y velocidad para preguntar y anotar. Estas fueron las claves para hacerle frente al desafío de encuestar nada menos que 768 departamentos en un mismo barrio.

El San Martín está distribuido en siete torres, dos intertorres y seis sectores con cuatro monoblocks cada uno. Se estima que en total tiene unos 3.200 habitantes, es decir, es como una pequeña ciudad. "La gente, en general, se mostró amable. Lo particular fue la gentileza de la gente mayor. Ellos me ofrecieron agua, café, jugo, me invitaron a pasar a sus departamentos. En cambio, los más jóvenes se mostraron más resistentes. Me atendieron desde la puerta y fueron más parcos a la hora de responder", analizaba Cecilia sobre el mediodía, cuando había censado 21 departamentos y le quedaban 25 más.

En barrios grandes y de departamentos como el San Martín, el procedimiento de los censistas era ingresar a los monoblocks o torres como fuera. Por cuestiones de seguridad, los pasillos de los monoblocks están enrejados, mientras que se necesita llave o la apertura desde un departamento para entrar a las torres. Por eso, los censistas tuvieron que tocar timbres hasta conseguir que alguien les abriera. Y, entonces, comenzar a censar desde el piso superior, departamento por departamento, hasta llegar a planta baja.

Cecilia vive en Rawson, es docente del Colegio Sagrado Corazón y en su mochila llevaba una botella con agua y un alfajor de chocolate. "Voy a terminar con las piernas destrozadas, por subir y bajar tantas escaleras. Y para colmo, después de censar tengo que pasar todos los datos a otras planillas. Por suerte esto es cada 10 años", dijo, tratando de poner la mejor cara antes de volver a tocar otra puerta.