Ante más de 5 mil personas, el hombre que cuenta historias de taxi y que considera que Jesús es un verbo no sustantivo, ayer explicó su fenómeno -aunque más intenso que convocante en esta tierra-. Es que pasadas las 22.30, ofreció un show que enloqueció a miles de sanjuaninos -sobre todo a ellas- y corroboró -una vez más- su porte de star popera, a pesar de no llenar el Estadio Abierto. Vestido de negro y blanco y gracioso rodete -look muy Gato Gaudio-, el guatemalteco comenzó a fertilizar el playlist con la bohemia +5to piso+ y construyó los primeros relieves emocionales de la noche. Siguió con +El espejo+ -aquí, las cámaras y los celulares de la gente enceguecieron hasta una visión 10 de 10-, prosiguió con la demandante "Acompáñame" y la solitaria "Sin tí, sin mí". Los gritos y la euforia de las plateas -sobre todo las populares-, fueron incesantes. Quizás, conformaron el coro adecuado para tararear una lista de clásicos posteriores -e inevitables-, como "Señora de la cuatro décadas" o "Dime que no".

El escenario fue un espectáculo aparte. Fue sólido, emuló a un callejón neoyorquino -bien Harlem y con 2 Cadillacs de utilería, claro-, varios edificios alegóricos al tour -con 5 pisos cada uno y pintados con graffities- y una parrilla de luces colorida -no abusó de estridencia y generó un clima intimista-. El sonido conformó buena limpieza -con algunas ínfimas saturaciones- y la gigantesca pantalla de imágenes fue apoteósica -por momentos parecía desprendida de un cine móvil-. No faltó el merchandising previo. El stand de artículos incluyó el tour book ($15), remeras ($40) , tanguitas -sí, tangas- (15 pesos) y por 120 pesos, el fan se podía llevar la réplica de la brujulita que Arjona suele usar en su cuello.

Tampoco estuvo ausente aquel patova anabólico de irreverente mal genio, los que se querían colar y la gente que no pudo pagar los 124 pesos de entrada y escuchó desde afuera el recital -la recepción de sonido era exacta- Ricardo hizo bien su trabajo. Construyó un espectáculo plagado de sensaciones y emocionó -sin titubeos- a la platea cuyana. En definitiva, la escala local de su World Tour, fue una plataforma de melodías muy FM -y con gramática muy personal-, gritos enardecidos -casi con repeat-, buen soporte técnico y con premisa cumplida: el ascensor de adrenalina se detuvo en el 5to piso y permaneció con ovación.