¿A qué factores debe atribuirse esta creciente ola de actos que asombran, esta nueva manera de comportamientos y actitudes? Violaciones efectuadas por personas de inimaginables edades y parentesco; variadas y dramáticas formas de prepararse para entrar a un boliche llamada "la previa"; tumultos en las canchas de fútbol incluyendo amenazas y agresiones a los jugadores si no ganan los partidos? Como si esto fuera poco, robos seguidos de golpizas, muertes y tomas de rehenes azotan a nuestro país dando paso a la locura de la sinrazón.
Los estudiosos sobre el tema no han vacilado en condenar la glorificación y explotación del crimen y la sangre que se observan en muchas películas, juguetes infantiles y hasta en dibujos animados.
Es lógico que nos preocupemos por la contaminación ambiental y el calentamiento de nuestro planeta, y en estos momentos la enfermedad que nos puede transmitir un insecto con riesgo de transformarse en una posible epidemia. Pero los actos de agresividad que ocurren ¿no "contaminan" la atmósfera? ¿no estamos "aspirando" cotidianamente violencia transformándola en otro tipo de epidemia?
Indefectiblemente nos preguntamos si el delito debe ser severamente reprimido, la certeza de la impunidad o la condena leve impulsan a delinquir. Se advierte una clara y manifiesta crisis de autoridad en muchos hogares, escuelas e instituciones. El permisivismo y el dejar hacer están carcomiendo en muchos aspectos dos pilares fundamentales en los cuales se apoya el normal desenvolvimiento de vida.
Pensamos que se deberían tomar medidas adecuadas con un amplio programa de reeducación social desde las mismas bases e insistir sobre este punto. Muchos padres consideran que su papel se limita a brindar a sus hijos todo el confort posible y obligarlos a cumplir sus deberes como estudiantes. Está bien, pero es sólo una mínima parte del programa que deben desarrollar, ya que les compete vigilarlos tanto como a sus amistades, estudiar sus reacciones, conocer cómo y dónde invierten sus momentos libres, y por sobre todas las cosas dialogar.
Los medios, especialmente televisivos, deben orientar adecuadamente sus programas, para que no terminen por deformar la personalidad de los niños aún no definida. Es necesario una legislación que fomente la conducción de grupos de adolescentes hacia sanas formas de diversión y esparcimiento.
