Fernando Flores (23) aterrizó ayer en la Sala III de la Cámara Penal, dispuesto a atenuar su responsabilidad en un resonante y gravísimo caso: el crimen de Rocío Villalón, la chica de 16 años con la que tuvo un noviazgo y con la que mantenía contactos esporádicos cuando la mató, la mañana del 28 de septiembre de 2013, en Calle 8, metros al Este del cruce con Lemos, en Pocito. En el inicio del juicio en su contra, en la Sala III de la Cámara Penal, el joven insistió en su versión de que esa mañana, luego de una juntada con amigos en la que terminaron borrachos, llegaron hasta el lugar donde apareció el cuerpo y la mató, pero para defenderse porque ella lo atacó cuando le reprochaba que sólo la buscara para mantener sexo.
Encima, buscó desprestigiar a la víctima: “Era del ambiente, andaba con uno y con otro”, aseguró. Y cuando el tribunal le preguntó por qué realizaba esas consideraciones siendo que él hacía lo mismo (tenía varias relaciones), sus dichos remarcaron su machismo: “Pero yo soy hombre”, se justificó.
En su polémico y contradictorio relato sobre lo que sucedió aquella madrugada, Flores apeló continuamente a un “no me acuerdo” cuando buscaban saber cosas puntuales. Y así, volvió a ocultar quién fue la mujer que participó con él en ese homicidio: a Rocío le hallaron cabellos femeninos enredados en una mano, pero hasta el día de hoy no se sabe quién fue esa cómplice.
“Es una declaración indignante y contradictoria, que no nos sirve porque no nos aporta quién es esa homicida. Nosotros estamos convencidos de que a Rocío la mataron en otra parte y fueron a tirarla ahí. Está claro: hoy mismo (por ayer) el imputado dice que los vidrios de la botella de cerveza que le bajó los dientes a Rocío quedaron en el lugar, y allí nunca hallaron nada”, dijo ayer Fernando Chávez, abogado de la familia de la jovencita asesinada.
Luego de la confesión de Flores, el tribunal y las partes realizaron una inspección ocular en el cañaveral donde Rocío Villalón fue hallada brutalmente golpeada y estrangulada.
