Tiene capa, pero no vuela. Sus archienemigos no son el Guazón, el Pingüino ni Acertijo, sino cada una de las personas que contamina la Capital. Adquiere fortaleza comiendo residuos, no espinaca. Y su debilidad no es la verde y brillante kriptonita, sino la opaca y olorosa basura desparramada en las calles y espacios verdes. Con esa característica y el objetivo de enseñarles a los niños a cuidar el ambiente y mantener la ciudad limpia, Conteneitor se autodenomina el “Superhéroe del siglo XXI” y asegura que quienes lo cargan de poder son los niños que lo siguen y en un año lo transformaron en un personaje digno de admiración.
La palabra, a través de su voz metalizada y robótica, es su arma. Le ayuda a enseñar a los alumnos de las escuelas primarias cómo deben actuar para mantener en orden el ecosistema. Con “Así se hace”, el club en el que nació en junio de 2013, recorre los establecimientos todos los miércoles y allí vive experiencias únicas. “Son los chicos los que me hacen sentir un superhéroe. Ya me reconocen de tal manera que hasta me piden autógrafos”, asegura el personaje 2.0 que, conciente del momento que le toca vivir, no duda en posar ante las cámaras de los celulares de niños y maestras. “A veces las maestras son las primeras que piden sacarse una foto conmigo, después se animan los alumnos y hasta la gente que me cruzo en la calle me pide fotos”, cuenta el hombre de cuerpo grisáceo y cabeza de contenedor.
Sumado a eso, con un toque de cholulismo, Conteneitor se las ingenia para aparecer en todas las fotos que se toman las autoridades durante las actividades que organiza el municipio. Eso sucedió en el acto por el Día Mundial del Ambiente, el jueves pasado cuando, al grito de los niños que vitoreaban “Conteneitor, Conteneitor”, fue uno de los protagonistas.
“Creo que los niños de hoy en día le dan mucha importancia al cuidado del ambiente, se interesan por saber qué deben hacer para cuidarlo y se sienten felices cuando pueden colaborar. Por eso me han aceptado con tanta naturalidad, se acercan a mí y me demuestran su fanatismo. Yo me siento orgulloso de eso”, reflexiona el hombre en cuyo bolsillo va guardando papeles y tapas que los chicos van juntando en el camino que recorren junto a él. Mientras tanto, se prepara para su próxima misión: enseñarles a los pequeños cómo deben clasificar la basura, con el fin de que en el futuro esa tarea sea un hábito para ellos.
