Reactivar es poner en funcionamiento bienes de capital inactivos, pero se crece cuando el stock de capital que estaba sin utilizar llega a su máximo de producción. Esto no ha ocurrido, hoy la economía tiene margen para reactivar pero no para crecer.
El gobierno ha dado acabadas muestras de estar dispuesto a alejar toda inversión, si eso sirve a sus fines políticos. El listado de violaciones de contratos y de derechos de propiedad, falta de seguridad en las reglas de juego y arbitrariedades que han llegado a límites insospechados, son algunos ejemplos de un largo listado. Las inversiones dependen de la seguridad jurídica y la previsibilidad en las reglas de juego, dos condiciones sumamente debilitadas en la política argentina. En el mundo hay crédito abundante y a tasas bajas, luego de la fuerte liquidez que inyectaron los bancos centrales para reactivar la economía. Una PYME, en un país desarrollado, puede acceder a créditos con tasa del 5 o 6% anual.
En la Argentina no hay crédito en abundancia, y el poco disponible es a tasas prohibitivas. El ahorro interno es escaso y el Estado se queda con gran parte para financiar sus gastos, y la incertidumbre inflacionaria e institucional hace que las tasas a largo plazo tengan que cubrir esos riesgos. Para las empresas, la combinación de falta de crédito, más la incertidumbre por las arbitrariedades de la política económica es una combinación para nada esperanzadora. En tiempos en que preocupa la pobreza e indigencia, es necesario recordar que la forma más categórica que hay para combatir estos flagelos son las inversiones.
Amplios sectores de la sociedad no pueden alimentarse, y en vez de generar empleo a través de inversiones, se lo sustituye por planes sociales que crean más clientelismo político. Cada ataque a un sector productivo, al campo, al mercado de capitales con la confiscación de las AFJP, y a muchas empresas periodísticas con la ley de medios, es un mensaje intimadatorio a otros sectores.
Con esta política económica se logró batir el récord de productividad en la creación de pobreza, a pesar de tener las condiciones favorables para disminuirla.
