El juez Maximiliano Blejman procesó anoche con prisión preventiva y embargó en $200.000 los bienes de los dos sospechosos de matar con alevosía al chef Carlos Echegaray (47): su supuesto amante Fernando Ariel Illanes (32) y Claudio Javier Gil (41). No fue todo: ayer trascendió, por primera vez, que de la pesquisa encarada para esclarecer ese homicidio ocurrido entre la noche del 6 y la madrugada del 7 de enero pasados en la casa del chef en Estados Unidos al 326 Sur, Capital, se desprendió que pudo existir un tercer implicado, hasta ahora no identificado.

Se consideró probado que Illanes colaboró para impedir que la víctima se defendiera (medía 1,76 y pesaba alrededor de 150 kg) tal vez atándolo con un cable con las manos hacia atrás. Y que fue Gil quien le propinó un total de 8 puñaladas en el cuello, tal vez desde atrás.

Según los voceros, la sospecha de que Gil fue el asesino se basó en un análisis de ADN. Esa prueba cotejó el perfil genético del sospechoso con restos de sangre hallados en la funda de un cuchillo de colección de Echegaray, usado para ultimarlo. El cuchillo fue encontrado en la ventana de un taller de avenida Argentina y Brasil, y en su funda tenía sangre de la víctima y también de Gil, dijeron.

Pero no solo esa prueba complicó la situación de este sospechoso que ya purgó una condena de 12 años en La Rioja por matar a un homosexual. Y que en San Juan también está sospechado de matar al anciano Jorge Luis Espínola (85) en el barrio Camus, Rivadavia, coincidentemente también a puñaladas y entre el 6 y el 7 de marzo pasados.
Como ya había trascendido, uno de los elementos claves en su contra fueron las pericias telefónicas. Ese examen permitió establecer que Gil le había robado el teléfono al chef y se lo había vendido al suegro de su hijo, quien a su vez se lo regaló a una vecina. Cuando lo apresaron, se supo también que Gil tenía un bolso con perfumes, anillos y una pulsera de la madre del chef.

Por la pericia telefónica se conoció además de la vinculación de Gil con el anciano, con el chef y también con Illanes, quien negó ese vínculo o lo admitió parcialmente al admitir que tenía agendado a un tal ‘Cury la Rioja’ (así le decían en esa provincia a Gil) porque le vendía drogas.

Durante la investigación, Illanes solo admitió que el chef le había practicado sexo oral en noviembre pasado. Pero las pruebas le jugaron en contra: un envase del preservativo en la escena del crimen encajaba exactamente con los dos profilácticos que hallaron en poder de Illanes. Además, la empleada de Echegaray dijo que cuando se fue aquel lunes 6, había dejado la casa limpia.

El fallo del magistrado, aún no está firme.