A medida que confirman la hipótesis del crimen entorno a la muerte del ladrillero boliviano, surge también la sospecha que la víctima fue quemada dentro de un horno de ladrillo y que después lo tiraron sobre ese pequeño fogón en el que lo encontraron sin vida el domingo último a la noche, dentro de una propiedad de La Bebida, Rivadavia. Ayer, los policías de Homicidios y Criminalística inspeccionaron uno de los hornos de esa fábrica que estuvo prendido ese día.

La presunción de que parte del cuerpo Angel Mamaní (70) fue metido dentro de un horno de ladrillo, tomó fuerza a partir de las pericias y la autopsia. Ya se dijo que el obrero murió por asfixia mientras ardía; ahora bien, fuentes del caso revelaron que las quemaduras que presentaba en la espalda, los hombros y la cabeza son producto de una importante fuente de calor, como la de un horno de ladrillo, y no de ese fogón en el que apareció. Los peritos establecieron que es imposible que se haya quemado de esa forma en esa fogata que Mamaní usaba para cocinar. Es que estaba casi calcinado. Es más, las fracturas en las costillas se habrían producido por la alta temperatura.

La hipótesis de los investigadores es que Mamaní fue atacado en un lugar de ese predio. La herida en el cráneo es una prueba que le pegaron. El hallazgo de manchas de sangre en una carretilla hace sospechar que lo trasladaron moribundo o inconsciente hasta un horno de ladrillo, donde intentaron meterlo a la hoguera, pero sólo entró parte de su cuerpo porque las aberturas son pequeñas. Suponen que ahí la víctima murió asfixiada y sufrió esas grandes quemaduras. También especulan que, al no poder deshacerse del cadáver, después lo tiraron sobre esa fogata cerca de la casa para simular un accidente. Igual todas son hipótesis, lo concreto es que siguen presos Pedro Rodríguez (63), el casero de la fábrica que esa tarde estuvo bebiendo con Mamaní; su hijo Roger (20), quien encontró el cadáver; y su amigo Wilson Sandoval (23). Ambos también estuvieron tomando en otro lugar ese día.