Hace años es entrenador personal de educación física, pero Sergio Verón se hizo popular desde que -en el equipo de Dr. Alberto Cormillot- saltó a la tele con "Cuestión de peso", por Canal 13. Dedicado casi exclusivamente a su profesión, este amante de la aventura aprovechará sus vacaciones para volver a San Juan, donde formará parte de la expedición oficial del Cruce de los Andes 2012, que arrancará el jueves 9 de febrero. La experiencia no será del todo nueva para Verón, que en el 2010 dirigió el docu-reality 24-200-10 "El Cruce del Bicentenario", a la que calificó como una de las experiencias más trascendentales de su vida. Sin embargo, "el Profe" se quedó con ganas de volver a la travesía, que esta vez emprenderá con una razón más personal que laboral. Entusiasmado, antes habló con DIARIO DE CUYO’.
– ¿Por qué decidiste repetir el Cruce?
– ¿Es cierto que Silvina Escudero quería acompañarte?
– Sí, tenía muchas ganas de ir conmigo. Se lo había propuesto primero, aunque tenía cierto temor a no soportar el viaje. Pero por cuestiones de trabajo en Canal 13, no se pudo concretar. Aquí conozco muchos que quieren conocer la cordillera porque representa un desafío personal para ellos. Aunque les explico primero que no se está en un hotel cinco estrellas. Me causa gracia porque quieren saber si llevo asistente de vestuario o secretario de producción. Les contesto que sólo hace falta la mochila y ponerse lo que se tiene a mano.
– ¿Qué cargarías en la mochila?
– Llevaré lo más básico para aguantar el frío. Muchos pares de medias deportivas, calzas de gimnasia en lycra y algodón que los usaré como calzoncillos largos. También tengo todo un equipo de camisetas y camperas térmicas, aunque la gente de Gendarmería me regaló un equipo nuevo. Incluso les encargué que me compren pellones, y lo más imprescindible es la cámara de fotos y filmadora, porque quiero tomar unas imágenes para hacer algún documental más adelante.
– ¿Pero hay otras cosas inútiles que no volverías a llevar?
– (Entre risas) Bueno, sí, un montón, por ejemplo, las máquinas de afeitar, gel y spray para el pelo, set de tocador, maquillaje, cremas. La verdad que no me servían para nada, porque con la tierra que se me pegaba en la cara ya estaba maquillado naturalmente. Otra de las cosas que sí tendría es el mate, eso es infaltable. En cuanto a lo electrónico, ni reproductor de mp3, ni computadora, nada de eso, algo que muchos participantes del reality llevaron y no entendí para qué, si lo mejor es escuchar los sonidos del agua, del viento, de un ave. Escuchar música está descartado. Eso sí, si va algún sanjuanino con una guitarra criolla estará muy bueno.
– ¿Con la mula hubo una relación muy especial?
– A cada uno que le toca montar una, le pone un nombre. Yo elegí Mulita, pero ahora probaré con otro para ser más original. Fue algo muy bueno porque usé el mismo animal de ida y de vuelta. Cuando la llamaba, ella respondía al instante. No tuve problemas y jamás se puso terca o me tiró al suelo. Hay toda una historia con Mulita. Resulta que se le lastimó el lomo de tanta carga que llevaba, más a mí que peso 80 kilos. Así que todos los días me detenía a curarla. Usaba mi propio kit de primeros auxilios que contenía agujas, hilos de suturas y cicatrizantes. Cuando vi como tenía lastimado el lomo me quería morir, me encargué de ella para que la herida no se infectara. Le apliqué un gel líquido especial que forma una capa de piel sintética. Pienso que todavía debe tener esa piel (risas).
– ¿Para la gente de Buenos Aires tiene un magnetismo especial cruzar la cordillera?
– Sucede que en Buenos Aires no vivimos bien, no nos damos los tiempos ni para comer, ni estudiar, jugar o estar con la familia. Todo lo que sea naturaleza me fascina, recorrí muchas partes de Argentina y el mundo, pero cruzar la cordillera es el retiro espiritual que necesito. Ni siquiera se parece a un spa, porque allí estás metido en el agua o acostado en una camilla con alguien que te haga mimos. Para mí los mimos pasan por reencontrarme con amigos en el medio de la nada, en esas montañas, a las que no sé si otra vez pueda volver en mi vida. No es un lugar en donde vas en avión o en micro. No todos pueden hacerlo. Estar allá es como meterte en un gran libro o en una película y vivir como nunca la historia, la geografía y la cultura de este hermoso país. Por eso, quiero subir y que la mula me lleve sola.
