A pesar de ser abogada, la vida laboral de Marcela Robledo tiene una agenda de empresaria que incluye horas dedicadas a la creación de nuevos blends de té gourmet, la organización de encuentros en casas de familia o en los más conocidos salones gastronómicos sanjuaninos, pedidos especiales desde las más variadas entidades para la realización de eventos y últimamente, los viajes a Rosario. Allá va a la Escuela Argentina del Té, donde está estudiando para ser diseñadora de té, una carrera novel en Argentina pero que es moneda corriente en Estados Unidos o Japón. “Yo veo al té como un integrador social, tanto de adultos como de jóvenes, y para todas las clases sociales. Es una bebida económica, por más que sea un producto gourmet. Aún cuando las hebras sean traídas de la India, cualquiera lo puede pagar”, explica.
La historia laboral de Marcela no fue planificada. Encontró su camino en Europa, adonde viajó después que se recibió de abogada y la atrapó por casualidad la cultura que hay allá del té. “Estuve trabajando en un hotel y la dueña era fanática. Tenía muchos libros y ahí me fui interesando. Cuando volví a San Juan, en el 2008, empecé con la venta del té. Compraba las hebras y vendía las mezclas que se llaman blend”, recordó. El blend es un tipo de té al que el creador le agrega a su gusto mezclas de flores o especias. Marcela los envasaba y salía a vender casa por casa. “En el 2009 abrí un local en la entrada de un salón de yoga y me fue muy bien, lo que me sorprendió, porque pensé que me iba a costar más. Tuve muy buena aceptación”, aseguró. Con su marca Chado -que significa Camino del té, en japonés- la emprendedora logró posicionar una marca que hoy por hoy es muy conocida en San Juan. Incluso después de Robledo hay otras seguidoras que se han lanzado a hacer negocios con el té. “Descubrí que si bien era algo nuevo, no dejaba de ser tradicional, así que no sólo conquisté a los adultos, sino que los más jóvenes son los que empezaron a venir’’, agregó. Después sumó la venta de vajilla -que Marcela compra entre artesanos del país- y luego los eventos, que ella organiza donde es contratada. Con algunos mozos va con su vajilla y enseres a locales, clubes o entidades y prepara distintos tipos de té en verdaderas ceremonias que llaman la atención de los invitados o participantes. ‘’Nosotros hacemos una barra y la gente se acerca a ver cómo se prepara, ve las hebras frescas que se mezclan con las cerezas recién cortadas, con las pasas, con las canelas’’, cuenta. ‘Sí, se puede vivir del té’’, dice, aunque sostiene que lo que ha ganado estos años lo sigue reinvirtiendo para hacer más grande su negocio.
