A doce años de su declaración de Patrimonio de la Humanidad, el Parque Provincial de Ischigualasto, popularmente conocido como "Valle de la Luna”, afronta una de las etapas más difíciles de su historia, como es la de continuar generando el interés turístico y científico de personas e investigadores de todo el mundo, además de mejorar su infraestructura, sin alterar su esencia que es lo que, en definitiva, le ha valido para ser distinguido, junto a Talampaya (La Rioja), como uno de los sitios paleontológicos más importantes del planeta.
En los últimos años las inversiones que se han realizado en Ischigualasto han sido millonarias, posibilitando la provisión de energía eléctrica, servicio de internet, un moderno centro de interpretación, y un mejor acceso al parque con la pavimentación del tramo de la ruta que une San Agustín de Valle Fértil con Ischigualasto, de más de 70 kilómetros, entre otras tantas mejoras que incluyen hasta un camping para las personas que gustan disfrutar de la naturaleza en su estado casi natural.
Pero la mayor afluencia de gente atraída, precisamente, por todas estas comodidades hace que también se tenga que considerar la implementación de un plan para resguardar la integridad del parque. Algo similar ocurre con la gran cantidad de actividades, especialmente las vinculadas al deporte motor, que tienen lugar por las inmediaciones de la reserva y que pueden incidir negativamente en su preservación.
Hay que considerar que el Parque Provincial Ischigualasto y el Parque Nacional Talampaya, pertenecen a una misma cuenca de 5.000 km2. El primero, ocupa una extensión de 62.916 hectáreas, en el que se pueden ver restos de vertebrados que habitaron el lugar en la era mesozoica, hace 180 millones de años. Se pueden observar también pisadas de saurios, helechos y troncos de araucarias petrificadas. Se dice que es el único lugar donde puede verse totalmente al descubierto y perfectamente diferenciado todo el período triásico en forma completa y ordenada.
Durante años, muchos antes de su declaración de Patrimonio de la Humanidad, el Valle de la Luna fue objeto de innumerable saqueos de su riqueza paleontológica y de atropellos que terminaron con la destrucción de algunas de sus piezas. La denominada "Cancha de bochas” fue una de las más afectadas ante la posibilidad del traslado de estas piezas tan particulares. Se calcula que varias decenas de esas piedras fueros desapareciendo paulatinamente hasta tanto se intensificó el control del parque provincial.
La necesidad de preservar este recurso pasa ahora, fundamentalmente, por evitar el deterioro ambiental. El exceso de actividades deportivas o aquellas que implican el paso obligado por el valle, como también el excesivo número de automotores o colectivos con motores de combustión interna, puede llegar a tener consecuencias negativas en un futuro próximo.
Se deben tener en cuenta las precauciones implementadas en otros lugares como la Reserva de El Leoncito, donde se intenta que no se contamine el cielo diáfano o en la zona del Glaciar Perito Moreno, donde la llegada está limitada para vehículos autorizados, consiguiendo con esto una reducción considerable de las emisiones de los motores que pueden incidir en las condiciones ambientales del lugar.
