Hilda Molina pasó de ser una influyente figura en la isla, en los años 80, a convertirse en un personaje polémico y molesto para el régimen comunista cubano por sus revelaciones sobre cuestionables prácticas médicas.

Molina, la más prestigiosa neuróloga cubana, fue la primera mujer que realizó intervenciones para curar el mal de Parkinson en la Isla.

Eran los tiempos en que Molina, militante comunista, diputada y miembro de la Federación de Mujeres Cubanas, gozaba de la confianza gubernamental y divulgaba los logros de la medicina cubana como directora del Centro Internacional de Restauración Neurológica.

Su relación con Fidel Castro era tan estrecha que, a principios de los años 90, se la implicó en el encarcelamiento del neurólogo Julio Bientz Saap, que había trabajado para la seguridad cubana y terminó denunciando el uso de sustancias extraídas de fetos humanos para trasplantes neurológicos realizados a extranjeros.

En 1994, tras la salida de la isla de su hijo, Roberto Quiñones, Molina renunció a la dirección del centro, rompió con el régimen y pasó a ser considerada una “traidora”.

Según la neurocirujana, su ruptura con Castro se debió a su oposición al empleo de células madres en las investigaciones.