Si bien se puede discutir si hay o no un ‘grupo de la muerte’ en este Mundial, como el caso del A (Sudáfrica, Francia, México y Uruguay) o el G (Brasil, Corea del Norte, Costa de Marfil y Portugal), no queda mucho espacio para polemizar que el B, donde está Argentina, no representa en los papeles una exigencia extra para la albiceleste poder clasificar a los octavos de final.

Eso sí le ocurrió a Argentina en los sorteos de los dos mundiales anteriores. Sí integró un ‘grupo de la muerte’ en el Mundial 2002, junto a Inglaterra, Nigeria y Suecia, todos aspirantes a llegar lejos. Por el potencial que tenía aquella selección de Bielsa lo mismo representó un cachetazo haber quedado eliminado en primera ronda, un sabor agrio que Argentina solamente probó en dos torneos anteriores: Suecia 1958 y Chile 1962.

Para el de Alemania 2006, los rivales también fueron de temer, luego del sorteo: la siempre peligrosa Holanda, el mejor africano como Costa de Marfil y una debutante Serbia y Montenegro que había clasificado en Europa gracias a una defensa de hierro. Aquí sí, Argentina estuvo a la altura de las circunstancias y clasificó primera en su zona.

Ahora, los 3 rivales que tocaron para Sudáfrica no se presentaban como los más poderosos de sus respectivos combos. Sí se vislumbran como equipos que difícilmente le jueguen de igual a igual al equipo de Maradona, por lo que el desafío, siempre en la previa, será el de tratar de abrir espacios en defensas bien cerradas.

A los 3 Argentina ya enfrentó en Mundiales y a los 3 siempre les ganó. Aunque las particularidades de este sorteo se posaron en las coincidencias. El último partido de Maradona como jugador de un Mundial fue contra Nigeria, en Estados Unidos ’94. Y su debut como DT será ante el mismo rival. Es más, aquella vez se midió solamente contra un rival más, Grecia, a quien también tendrá enfrente esta vez. Y si de coincidencias se trata, el primer rival en la campaña de México ’86 fue… sí, Corea del Sur. La vuelta de Maradona (y de Bilardo) a la selección fue para recuperar aquella mística. El camino ya está demarcado.