La muerte del fiscal Alberto Nisman no está clara. En torno a este demasiado oportuno suceso existen sospechas de todo tipo, pero porque también existen antecedentes similares en la historia reciente de nuestra joven democracia.
Esta muerte dudosa, ‘muerte política‘ si se quiere, no tiene la gravedad que podría tener el asesinato de un emperador, como lo fuera el de Francisco Fernando en Sarajevo, que detonó el inicio de la Primera Guerra Mundial, de presidentes, como fuera el caso de Harding o Kennedy -en los Estados Unidos en el siglo XX-, de Anwar el Sadat en Egipto, de Indira y Rajiv Gandhi en la India, y de figuras prominentes, como Mahatma Gandhi, Martin Luther King o Benazir Butho en Paquistán.
Tanto los asesinatos, como las muertes demasiado oportunas, jalonan la historia de la humanidad. Grandes personajes de máxima notoriedad murieron en su momento, algunos asesinados, como Julio César, otros de forma inesperada, pero muy oportuna para resolver un reparto de poder, como Alejandro Magno. Existen infinidades de ejemplos de muertes ideológicas individuales recientes, como los asesinatos de los poetas Ramiro de Maeztu, por los republicanos comunistas en España, la de García Lorca, por la Guardia Civil española, o antes la del poeta georgiano Vladímir Mayakovski, quien se habría suicidado o, lo más posible, fuera asesinado por orden de la cúpula soviética en 1930.
En los últimos cien años también hemos sabido de purgas, es el caso de las muertes de Grigori Zinóviev, Lev Kámenev, Nikolái Bujarin o la del mariscal Mijaíl Tujachevskiy -y de todos los oficiales que lo seguían- en las purgas que hizo Stalin en la Unión Soviética en la década del 30, donde centenares de miles de personas murieron. Otros ejemplos de la época se produjeron en 1935, cuando a Hitler, ya Führer de Alemania, le convino la desaparición de la cúpula del grupo paramilitar Sturm Abteilung (las SA), o antes a Mussolini el asesinato del senador socialista Giacomo Mateotti en 1924.
Pero en los últimos treinta años de la Argentina se han producido hechos nunca debidamente aclarados que han generado la desconfianza de la sociedad en las instituciones, particularmente en la Justicia, y en la política en general. Es el caso de los atentados a la Embajada de Israel, la explosión de la AMIA, el ataque al cuartel militar de La Tablada o la explosión de Río Grande. Lo mismo que algunas muertes dudosas, como las de Carlos Menem hijo, en 1994, y de una larga lista de testigos vinculados al hecho, la muerte del brigadier Rodolfo Echegoyen, que estaría relacionada al tráfico de armas a Croacia y a la explosión de Río Tercero, la muerte, en un accidente de tránsito tachado de dudoso, del juez Jaime Far Suau que investigaba la desaparición de las manos de Perón, la extraña caída del balcón que le provocó la muerte a Lourdes Di Natale, testigo también de la ‘causa armas‘, el extraño suicidio de Marcelo Cattaneo, que estaría vinculado a que conocía información relacionada al caso Banco Nación-IBM, o la desaparición de Julio López en 2006.
¿Cuál es la diferencia entre la muerte de Nisman y las anteriores? Que ahora gran parte de la sociedad argentina, tras conocer la muerte de Nisman, pasó de tener una fuerte sensación de orfandad en un primer momento, al punto que la mayoría cree en la hipótesis del asesinato, a comenzar a sentir que, se aclare o no lo sucedido, cínicamente sólo espera que termine la gestión del actual Gobierno nacional, gran perjudicado en todo esto.
Así, la desaparición del fiscal Nisman no es una muerte común, al parecer marca un contexto de final de época. El tema es que este suceso, que conmueve a la sociedad argentina toda, oculta el grave hecho de un nuevo robo de armas en nuestro país, esta vez la pérdida de un misil antitanque Tow 2 en un cuartel militar en la ciudad de La Plata, y los acuerdos con China, recientemente aprobados por el Senado de la Nación, donde este Gobierno puede hacerse de algunos miles de millones de dólares, tan necesarios para la etapa final de la economía kirchnerista, a cambio de inexplicables ventajas económicas para el régimen comunista de Beijing, régimen conocido por la invasión del Tibet, el asesinato de opositores políticos, por cercenar los Derechos Humanos en su país, continuar con la persecución de los opositores políticos y limitar la libertad de información, entre otros atropellos a la sociedad. Beijing juega con la desesperación de Argentina y se abusa de las necesidades del Gobierno que necesita yuanes -convertidos en dólares-, pérdida mediante, para tratar de llegar bien a fin de año.
