En los dos primeros partidos, la defensa argentina había demostrado una sustancial mejora con respecto a los últimos Mundiales. En el tercer choque, ante los africanos de Mozambique, esa defensa lució desconcentraciones que le costaron goles. Pero en ese momento apareció la capacidad goleadora de los delanteros, en este caso de Nicolía y de Ordoñez.
Pues bien, ayer los dos ítems se coordinaron a la perfección y ese equilibrio ideal resultó vital para ganarle de manera contundente y expresiva al local Francia.
Es evidente que el día de descanso vino bien. Es seguro que en el búnker argentino todos, cuerpo técnico y jugadores, tienen que haber conversado bastante con respecto a los errores defensivos que cometieron en el último partido del grupo clasificatorio.
Y esa charla vino bien. Porque del gran rendimiento defensivo se empezó a basar la gran victoria. Los goles, con la capacidad de los jugadores argentinos, vienen por decantación. Por eso, la firmeza defensiva balanceó todo para que la Argentina dejara sin reacción al local. Por más que haya estado apoyado en forma masiva. Es que a éstos muchachos, bien experimentados varios, seguramente no les pesará ningún entorno ni circunstancia.
