Se celebra hoy el Día del Abogado, en conmemoración del natalicio del eminente jurista tucumano Juan Bautista Alberdi. La Constitución de San Juan perfila la abogacía como "una función pública no estatal, auxiliar del Poder Judicial". La Ley provincial 3.725, de creación del Foro de Abogados, establece que "la abogacía es una función social al servicio del derecho y la Justicia". La abogacía es una milicia no impulsiva, sino serena, constante, prudente, conciente, leal, tolerante y razonada. La realidad actual se presenta compleja y acuciante: la vida social se ha judicializado; ello reclama preparación e imaginación caudalosa y un creciente esfuerzo de los abogados para encauzar los conflictos, y de los magistrados, para proveer respuestas satisfactorias.

En su dimensión profesional, como técnico del derecho, el abogado debe procurar con rectitud la eficiencia en su labor; la empresa requiere destreza: audacia en el planteo jurídico, sencillez en el discurso y mesura en el accionar; vehemencia en la defensa de los intereses confiados; educación, tolerancia y respeto en el trato; y serenidad ante la adversidad. En su dimensión personal, es convocado a bogar por la defensa de la seguridad jurídica y de la libertad, como misión inexcusable a la que debe dedicar su ciencia y conciencia.

La formación universitaria tiene implicancias significativas en la futura vida profesional del abogado. Vanossi, destacado constitucionalista, señalaba que la enseñanza del Derecho requiere permanentes ajustes y reformas basados en criterios realistas, con una visión clara y más abierta hacia las necesidades sociales; observando que las Facultades deben proyectar la función universitaria hacia la comunidad, generando espacios para que el estudiante se vaya formando no en una entelequia sino en la realidad viviente de la sociedad. Alberdi, que era también un maestro y un artista, predica su preocupación por ese adiestramiento; desde los renglones iniciales de sus obras completas resalta el espíritu esencial del docente que conmueve en su noble misión de contribuir a la formación de quienes serán protagonistas del orden social a través de un orden jurídico justo, y parangonando esa instrucción con sus lecciones de piano, advierte que la música no es el arte de combinar los sonidos, sino el arte de conmover combinando los sonidos.

La función del abogado, en sus múltiples facetas y dimensiones -como defensor, fiscal, juez, funcionario, asesor o docente- es imprescindible para el Estado, porque siempre actúa como "servidor del Derecho".