Estamos cerca de la culminación del Año Internacional de los Suelos 2015, declarado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en el marco de la Alianza Mundial por el Suelo y en colaboración con los gobiernos y la secretaría de la Convención de Lucha contra la Desertificación del planeta. El programa que se ha venido cumpliendo es amplio, a partir de lograr la plena concientización de la sociedad civil y los responsables de la toma de decisiones sobre la profunda importancia del suelo para la vida humana.

Las importancia que ha dado la FAO a esta declaración se relaciona con la necesidad de educar al público sobre el papel crucial que desempeña el suelo en la seguridad alimentaria, la adaptación y la mitigación del cambio climático, los servicios ecosistémicos esenciales, la mitigación de la pobreza y el desarrollo sostenible, temas que forman parte de la agenda post 2015.

Un punto clave, que toca de cerca a las naciones productoras de alimentos como la Argentina, son las políticas y acciones eficaces para el manejo sostenible y la protección de los recursos del suelo y, fundamentalmente, las inversiones destinadas al manejo sostenible de la tierra para desarrollar y mantener suelos saludables. La recopilación de información sobre el suelo y la supervisión a todos los niveles (mundial, regional y nacional), son clave para implementar una estrategia alimentaria.

En este contexto, un estudio de la cátedra de Fertilidad y Fertilizantes de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires ha determinado que el principal problema que hoy presentan los suelos de la Región Pampeana, es la fertilidad. Estima que se ha perdido aproximadamente el 70% de la capacidad de aportar nitrógeno y de la disponibilidad de fósforo para los cultivos, concluyendo que es la degradación más importante que hubo en la zona, pero factible de compensar mediante la fertilización.

El análisis es puntual, ante el comienzo de una campaña de cultivos de verano donde se plantea la posibilidad de disminuir la aplicación de algunos insumos, como los fertilizantes, ante la falta de rentabilidad de los productores agrícolas. Esta es una de las variables más afectadas, en muchos casos debido a la soja, el cultivo más extendido del país, con buenos rendimientos sin reclamar fertilización. No por eso deja de ser alarmante la disminución de cinco veces la fertilidad de los suelos cultivados en los últimos 40 años.