Cuando el insulto desde la tribuna es devuelto por los propios jugadores dentro de la cancha, es cuando el termómetro marca su mayor temperatura. Este es el único signo en este fútbol, que sólo vive de resultados sin mirar procesos, que determina que hay un quiebre en varios aspectos. Y San Martín lo está viviendo hoy, porque tras la derrota del domingo ante Sarmiento de Junín, que marcó su tercera caída al hilo, se rompió ese amor mutuo de los hinchas y jugadores, para transformarse en odio. Porque el equipo, más allá que ya logró su objetivo que era mantener la categoría, decayó en su propuesta futbolística, su producción no tiene sustento y en 270’ (tres partidos) pasó a ser un equipo previsible y sin reacción ni argumentos para volver al triunfo. Esto causó la explosión de los simpatizantes, lo que a su vez motivó la reacción de varios jugadores. Marcos Gelabert lo demostró cuando se metía al túnel y Marcos Figueroa lo expresó luego.

Algunos lo llaman “relajación”, porque tras haber logrado seguir en la categoría ya no tienen obligación alguna. Aunque jugadores y cuerpo técnico no hacen más que repetir que quieren hacer historia en el club clasificando a la preliguilla Sudamericana. Y su discurso se contradice con el presente, porque tras 3 reveses empezó a peligrar su ingreso al torneo internacional.

“El único responsable soy yo. Me preocupa mucho que el equipo no juegue bien. Hay que trabajar mucho para revertir esta imagen, tenemos que hacer que la gente empiece a creer otra vez en nosotros”, expresó el DT Carlos Mayor, dejando en evidencia que el hincha se lo expresó.

Y es que el Verdinegro vive un presente impensado, para un equipo que tenía una propuesta internalizada, que salía a ganar en cada cancha, y que cuando futbolísticamente no respondía sacaba su entereza para revertir resultados. Pasó de ser una sorpresa a una realidad, que le ganó a los equipos “grandes” y que de local todos se rendían a sus pies. Demostró que sin figuras también puede ser protagonista. Con una base en su juego, con sociedades fructíferas, y con un poderío cuando atacaba por las bandas para quebrar hasta las defensas más sólidas.

Ese era el San Martín de hace un mes y por ello es que el promedio nunca fue una preocupación porque si tuvo un mal partido, al siguiente se levantó. Hoy, a 4 fechas para el final, necesita recomponer su imagen para cerrar su mejor temporada en Primera y volver a enamorar a su gente.