En aquel 2003 la espina había quedado clavada en el corazón de los hinchas puyutanos. Perder la final del Apertura ante Colón Junior marcó un antes y un después porque se terminó el ciclo de Héctor Riveros -ascendido al Argentino A con Villa Obrera- dándole lugar a una jugada enorme como fue llevar a Ricardo Dillon como técnico en su bautismo como entrenador. El Flaco consiguió clasificar a Sportivo junto a Unión como representantes sanjuaninos a ese Argentino B que en su formato los cruzó con equipos de Mendoza. Desamparados empezó haciendo ruido y dando espectáculo en el debut venciendo a Unión en Rawson. Algo había en ese equipo y la campaña comenzó a crecer a pasos agigantados. Terminó clasificando a la Segunda Fase invicto y empezaron los viajes afuera de San Juan. La gran muestra de carácter la dio en Concarán, San Luis, cuando perdía en la primera etapa y la revirtió luego para terminar ganando. Llegó el cruce con el duro El Linqueño y fue el momento de la primera y única derrota de esa campaña memorable. Luego de caer en Buenos Aires, ganó en San Juan por penales y con un tal Emmanuel Guirado que empezaba a ganarse un lugar en la historia. Vino luego la serie final ante Rosario Puerto Belgrano. Primero allá, en Punta Alta, con festival unitario de Silvio Prieto que marcó 3 de los 4 goles del Puyutano. El otro sería obra de Julio Balmaceda. Seis días después, la fiesta se trasladó al Serpentario donde Sportivo mostró todo su poderío para revertir un 0-2 para terminar ganando por 3-2. Era el comienzo de un ciclo que luego tendría momentos de gloria.