Minuto 26 del complemento. En la platea Este del Hilario Sánchez decenas de hinchas de San Martín, de edades avanzadas y no tanto, tenían sus manos en los ojos llenos de lágrimas por ver hasta ese momento el 2-0 a favor de Olimpo que por entonces condenaba anímicamente al equipo de Concepción. Minuto 48’ del complemento. Los mismos simpatizantes que hace menos de media hora se lamentaban ahora lloraban, pero de emoción. De felicidad. Es que en sólo 20’ Penco ya había descontado, Caprari lo había igualado y Alvarez, con nervios de acero, torció el marcador con un derechazo preciso al ángulo derecho de Ibáñez. Así fue la síntesis de una noche donde el Verdinegro se tuteó con el descenso y que lo cerró cantando a puro grito, y de paso burlándose de los bahienses que ayer perdieron la categoría, el cántico “el que no salta, se va a la B”. Una noche de novela para ver cómo un equipo y sus fieles desde la tribuna pueden pasar en 20’ de un velorio al carnaval.

A la hora de las emociones el penal que ejecutó Alvarez en el segundo de los cuatro minutos adicionados fue el punto máximo. Hubo varios que no quisieron ni mirar ese derechazo letal del Pelado, en el pasado tantas veces cuestionado, y que anoche se calzó el traje de héroe. Como para que en el final distintos jugadores se tiraran al suelo, tal los casos de Canuto, Sosa y García.

En las temporadas que estuvo en la B Nacional y en las dos que suma en Primera no existe un registro de este tipo con una remontada tan heroica a favor de San Martín. Por eso la efusividad en el final. Claro que antes hubo desilusión y hasta bronca después que Martín Pérez Guedes marcó el segundo para la visita. Cómo habrá sido el fastidio por ese momento del encuentro que hasta el vicegobernador, Sergio Uñac, decidió emprender la retirada de la platea Oeste alta. E incluso en la Oeste baja varios decidieron tomar el camino de regreso a casa y recién se enteraron de la proeza una vez que prendieron el televisor o la radio en sus hogares. Los que se quedaron en el Hilario Sánchez tuvieron el privilegio de ser testigos de algo que pocas veces sucede. El “esto no lo viví nunca”, del propio presidente, Jorge Miadosqui, se multiplicó por miles. Y que este San Martín lo hizo posible para seguir más vivo que nunca y pensar que salvarse es algo factible.