Horacio Vega: El sobreviviente

De aquella Estanciera que usó por primera vez, sólo queda el chasis. Las continuas transformaciones hicieron que el auto color rosado hoy se parezca más a un jeep. Horacio Arlington Vega tiene un récord especial: es el único piloto de aquel grupo de vallistos que inventó el Safari tras las Sierras que sigue corriendo. Ya van 19 ediciones y su asistencia es perfecta. Horacio está lleno de anécdotas y mientras recuerda una, se le viene a la memoria otra. Uno podría estar horas escuchando. "El Safari nació por una juntada de amigos y se le ocurrió a Héctor Cortez. Era por el gusto de correr y después comer un asado, que lo hicimos ahí", recuerda Vega mientras señala el sector donde están los puestos de comidas, al lado del camping y en la recta de la llegada. "Eramos unos locos, inconcientes. Algunos largaron con los cascos que usan los mineros y varios lo hicimos sin cinturón de seguridad. Esa primera vez, ¡los números en los autos los pintamos con cal!", contó el crédito local, quien compite acompañado por su esposa.

Horacio es un fanático de los fierros. También compitió en el Safari de motos, en el tierrero en el Villicum, en la pista en el autódromo El Zonda y hasta en Porkys. "Lo más loco que me pasó fue un vuelco. Fue en el tercer Safari. En la Cuesta de Quimilo, doblé rápido y volcamos. Por entonces, en los autos cerrados se permitían tres personas y como si te quedabas tenías que pasar horas hasta poder bajar, llevábamos sandwichs, bebidas y frutas. ¡Y cuando nos dimos vuelta volaron los melones, el fiambre, todo!. Como sólo era chapa, dimos vuelta la Estanciera, recogimos la comida y seguimos. Esa noche, estuvimos hasta las 4 de la mañana con el soldador. Al otro día largamos y terminamos terceros", contó.

Hoy Horacio sigue con la misma competitividad de siempre, con un camino que conoce de memoria y la simplicidad del que disfruta lo que hace. "El crecimiento de la carrera fue impresionante, gracias a los amigos de San Juan que le dieron mucha manija en los primeros años. Pero aunque cambiaron muchas cosas, el sabor del Safari sigue siendo llegar. Ojalá pueda seguir corriendo por muchos años más", indicó.

Los Funes: Un homenaje

Humberto Funes es uno de los pilotos más queridos del Safari. Por eso, su caso conmocionó más profundamente al mundo del Safari y el Travesía en 2007. En la tragedia más importante del Travesía, su hijo Luis, que era su navegante, y su nieto Alejandro, murieron al ser arrollados por un auto de carrera en una prueba, minutos después de haber terminado su participación y disponerse a mirar el resto de la competencia. Por eso, en cada carrera, Humberto y su hijo Mariano, le rinden homenaje a Luis, que por entonces tenía 32 años, y a Alejandro, de 11. "Nunca los olvidamos y corremos para ellos. Los recordamos en el auto y creemos que ellos hubiesen querido que nunca dejemos de competir. Lo que pasó fue un accidente. No guardamos rencor con el piloto que los chocó", dijo emocionado Humberto.

La gente y los asados

La carne sigue subiendo de precio, pero acá en el Valle no se notó el aumento. El humo de los asados fue una constante a lo largo del circuito. Y entre ellos, un grupo se destacaba. "Somos la evolución. Vengan a ver", gritaban los muchachos de Estancia Las Botellas, un grupo de amigos que se auto bautizó así por la cantidad de bebida que compraron. El año pasado, DIARIO DE CUYO publicó una nota de este grupo de espectadores que armó un rincón particular, cercado por botellas vacías. Pero ahora, además de las botellas, apareció un cartel indicador reemplazando al cartón pintado, se hicieron remeras idénticas y hasta un piloto lleva el logo de la Estancia Las Botellas. Además, gastaron $1.800 en bebidas, compraron 3 lechones, 1 chivito y un jamón. Y el nivel de "evolución" llegó al extremo de llevar un horno pizzero, una casa rodante, una freezer y hasta un grupo electrógeno. "Y el año que viene vamos a seguir mejorando porque queremos salir en el diario en cada Safari", prometieron.