Pocas veces el deceso de un ídolo del cancionero popular ha producido tan honda consternación colectiva como el caso de Mercedes Sosa, ocurrido días pasados. La espontaneidad de la gente que asistió religiosamente a despedirla o a rendirle un homenaje póstumo a los rituales fúnebres es un reflejo de lo dicho. Si buscamos antecedentes un tanto similares, uno de los que tiene consonancia fue la trágica muerte de Carlos Gardel en 1935; en la ocasión también se enlutó el alma del pueblo y el tiempo pareció detenerse.
Los ingredientes que llevaron a la "Negra" por el trayecto de lo legendario son múltiples. Dotada de una voz y afinación insuperables, supo además, tener un contacto especial con el público, logrando ganarse su cariño y respeto, traspasando ampliamente nuestras fronteras.
En sus inicios como artista orientó su repertorio a ese folclore que podríamos llamarlo clásico o tradicional. A esta consideración hay que agregar un elemento primordial encarnado en sus rasgos físicos.
Con este bagaje cultural comenzó a compartir éxitos y escenarios con otros grandes de aquella fecunda década del 60. Fue en estos años cuando la gente canturreaba "Zamba para no morir" o "El indio muerto". Todas estas composiciones no perdieron vigencia, contrariamente se fueron trasformado en clásicos. Luego como consecuencia de la dictadura militar sobrevendría el tiempo del exilio, un tiempo tristísimo como ella misma expresaba. Siempre comprometida socialmente, con sus firmes convicciones políticas, tuvo que soportar más de un atropello o terribles amenazas, pero ni así la hicieron callar. Con la proscripción a cuesta comenzó subrayarse su perfil artístico y sobre todo humano. Cuando se produjo el retorno a la anhelada democracia, Mercedes Sosa era ya un ícono, había alcanzado la plenitud en lo artístico, multiplicado por el compromiso social que manifestaba en su nuevo tipo de cancionero, incorporando otros géneros musicales como el rock, el tango o composiciones de signo latinoamericano. Es aquí cuando, además de estar en el panteón musical de los tradicionales, simultáneamente formó parte de toda esa pléyade de nuevos canta-autores.
De esta manera logró algo fundamental: cohesionar al gran público, mérito que muy poco artistas habían conseguido.
