El reciente fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJ), ha buscado dar una respuesta al histórico diferendo marítimo entre Chile y Perú. Agotadas las vías diplomáticas, el 16 de enero de 2008, Perú demandó a Chile ante la CIJ con el objetivo de definir los límites marítimos de acuerdo a una línea equidistante a las costas de ambas naciones, con el argumento de que no habían sido fijados de acuerdo al Derecho Internacional.

El fallo concede a Perú más territorio marítimo del que tenía hasta ahora, pero respeta la postura chilena de trazar la línea divisoria a partir del denominado Hito 1, que se extiende en paralelo desde la frontera terrestre. Aunque en lugar de 200 millas, como hasta ahora, sólo se prolongará 80. A partir de ahí, se fija una línea equidistante entre ambos países en dirección oeste-sur hasta alcanzar las 200 millas medidas desde la costa chilena. La introducción de la línea equidistante confiere a Perú una parte del territorio marítimo perteneciente a Chile, pero no la totalidad de los 38.000 km2 de aguas reclamados.

El dictamen traza una nueva frontera entre ambos países dejando a los peruanos con la satisfacción de ver parcialmente satisfecha su pretensión de aumentar su soberanía marítima pero dejando en manos chilenas una amplia y más prolífica zona pesquera. La respuesta jurídica pone fin a seis años de litigio sobre una de las zonas más ricas del mundo. La principal especie que se captura en esas aguas es la anchoveta, un tipo de anchoa utilizada para fabricar harina de pescado, que sirve de alimento de otras especies y para producir fertilizantes. Perú y Chile son los dos principales exportadores del mundo de harina de pescado.

Con la disputa marítima, los viejos rencores habían aflorado en Perú. En la denominada Guerra del Pacífico (1879-1883) contra Chile y en la que también participó Bolivia, el país perdió varias provincias. Tras la derrota, Perú se quedó sin la extensión de mar que hoy reclama, mientras que Bolivia perdió su salida al mar. La sentencia no especifica las coordenadas precisas de la nueva frontera, aunque la Corte espera que sean determinadas por los dos gobiernos con espíritu y buena voluntad, poniendo fin a litigios que lo único que logran es exasperar los ánimos y acrecentar los sentimientos de violencia ajenos a la fraternidad que debe primar entre países vecinos.