Una vez más nos encontramos ante el día de la madre, fecha en que cada año saludamos a todas quienes han tenido la bendición no sólo de traernos físicamente a este mundo, sino que además han entregado su vida en torno a la formación de sus hijos.

Es una buena ocasión para agasajar y recordar a aquellas mujeres esforzadas, madres que se entregan en cuerpo y alma al cuidado de su familia, con la única ilusión de que el día de mañana sus hijos puedan enfrentar de mejor manera lo bueno y lo malo de la vida.

Hay familias, donde la madre juega un papel fundamental, al igual que en el transcurso de la vida lo hicieron su madre, y la madre de ésta. Con su cariño, preocupación y amor, llenan cada rincón de la casa. se desvelan en las frías noches de invierno cuando uno de sus hijos se encuentra enfermo, o se emocionada hasta las lágrimas con los primeros pasos y los primeros logros.

Es en estos casos en los que la figura de la madre, como la de la abuela y tatarabuela siempre está presente en lo más trascendental de nuestras vidas.

Hoy, las madres deben compartir su tiempo entre el trabajo y su familia, realizando un doble esfuerzo de entrega y sacrificio. Debe responder no sólo en el rol fundamental de la formación de sus hijos, sino que además debe cumplir con los horarios y exigencias de su ocupación laboral.

Por eso se debe dignificar el rol de la mujer en nuestra sociedad. Y como sociedad debemos hacernos parte del problema de la violencia intrafamiliar, y fuera de esta.

No debe haber más mujeres indefensas, ni madres que deban llorar en silencio la perdida de sus hijos, ni acosos morales, ni ninguna otra bajeza. La reivindicación de la mujer como madre es un deber de todos, ya que es la forma de rendir homenaje a ese ser que nos dio la vida y capaz de arriesgar todo para defender nuestra existencia.