Violencia de exportación. Argentina no sólo manda a Europa sus Messi, Milito o Tevez, también lo hace con lo peor del célebre "folklore" del fútbol: los barrabravas. Y Sudáfrica será justamente el epicentro de esta irracionalidad. Claro, todo potenciado por el manto de sospecha que desde la propia AFA, en la persona de Carlos Bilardo, se da el respaldo a los violentos de cada domingo en nuestros estadios.
El propio secretario general de selecciones tuvo que tocar sus influencias para conseguirle el pasaje aéreo a la selección y al cuerpo técnico para el pasado viernes. Las imágenes desde las afueras de Ezeiza comenzaron a desnudar la realidad. 22 barras, algunos de Boca, otro de Estudiantes y hasta quien fuera el custodio de Lionel Messi en su pasado arribo a Buenos Aires, el "Gusano" de Nueva Chicago, iban a formar parte del vuelo que llevaría a la albiceleste. El canal TN mostró de que manera los bombos transitaban la cinta magnética una vez en el aeropuerto sudafricano y eran recogidos por parte de la "barra oficial" o "la barra del Narigón", como se autodenominan.
Pero esto no es todo. Ayer, sin siquiera ruborizarse un poco, el dirigente kirchnerista fundador de Hinchadas Unidas Argentinas, Marcelo Mallo, confirmó que "cerca de 300 muchachos van a viajar esta semana para alentar a la selección". Hay más para este boletín: si Argentina llega a la semifinal y se espera en la tierra de Nelson Mandela a Mauro Martín, actual jefe de la "12" y parte de la cúpula de la barrabrava de Boca para alentar a Maradona y sus muchachos. Fue el propio Martín, quien en el regreso del Pelusa a la Bombonera durante este Clausura de AFA, pactó aliento constante al Diez, en detrimento del apoyo del resto del estadio para Riquelme.
En Alemania 2006 fue la barrabrava de River, con cerca de 40 integrantes, los que dijeron presente en un Mundial de forma masiva. Incluso se marcó a Martín Demichelis como quien les dio hospedaje en una de sus casas a los más pesados. Esos meses después arreglaron sus internas a los balazos y le costó la vida a uno de ellos, Gonzalo Acro. Sí, Dios los cría y el fútbol los junta.