Prácticamente sin agua, alimentos ni asistencia médica, los haitianos que sobrevivieron al sismo del martes pasado durmieron ayer en las calles junto a sus familiares muertos por temor a nuevos derrumbes en las pocas edificaciones aún en pie.

Sin energía eléctrica y con las comunicaciones cortadas, las familias tratan de permanecer reunidas, participando de un eterno velatorio a sus seres queridos fallecidos porque no hay donde enterrarlos en la nación centroamericana. La catástrofe sanitaria suma con el correr de las horas el riesgo de epidemias en Haití, el país más pobre de América, que curiosamente fue también la segunda nación del continente en declarar su independencia.

Por las calles de la ciudad, que sólo pueden recorrerse a pie, se ven miles de cadáveres de adultos y niños, que la gente comienza a amontonar en esquinas, en cantidades que tienden a confirmar las presunciones iniciales del primer ministro haitiano, Jean Max Bellerive, quien calculara que podrían haber unos 100 mil fallecidos.

Según autoridades, más de la mitad de los edificios fueron mal construidos en Puerto Príncipe (capital de Haití), la ciudad más afectada por el sismo de 7 grados del martes pasado. Escasa planificación y urbanismo hay en ese país, en el que esporádicamente se observa alguna acción de emergencia de un estado desarticulado por el terremoto.

Algunos haitianos entonaban cantos religiosos, porque "quieren que Dios los ayude", dijo Dermene Duma, un empleado del Hotel Villa Creole que perdió a cuatro familiares. Los extranjeros dormían alrededor de la piscina del hotel. Fuera del dañado edificio, yacían cientos de nativos de Haití, la ex colonia francesa. Mientras la mayor parte de las estaciones de servicio están sin combustible, algunos cadáveres comienzan a hincharse por el calor. Todavía se escuchan los lamentos de las personas atrapadas bajo los escombros de los numerosos edificios caídos. Los cadáveres estaban a la vista por toda la ciudad: bajo los escombros, tendidos junto a los caminos, siendo cargados en camiones. Había cuerpos diseminados por las calles, envueltos en sábanas y mantas.

Los habitantes de la capital trataban de rescatar a las personas sepultadas, retirando trozos de escombros con sus manos desnudas. Hombres con martillos atacaban los restos de edificios derrumbados buscando sobrevivientes. En su afán de sobrevivir, miles de personas toman por asalto los jardines públicos y cualquier lugar donde no haya escombros para pasar la noche.

La Cruz Roja de Haití se quedó sin bolsas para cadáveres, mientras muchos hospitales estaban demasiado dañados para ser usados y los médicos atendían a personas con extremidades aplastadas en instalaciones improvisadas.

Saqueadores irrumpieron en un supermercado en la zona de Delmas, llevándose electrodomésticos y bolsas con arroz. Otros sacaban gasolina de un camión cisterna chocado.

Al despedir en Buenos Aires a los tripulantes del avión Hércules que ofrecerán ayuda humanitaria a Haití, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner describió que en la capital haitiana "no hay energía, y no por el terremoto. Antes tampoco la había". Al recordar su visita a Haití, agregó que "en el único hospital donde había luz era en el hospital argentino y en el palacio presidencial. El resto de la ciudad no tiene energía de noche. La gente se ilumina a partir de velas".