La noche que terminó siendo un intento fallido de efecto contagio del caos institucional de otras provincias será recordada por una imagen casi inverosímil: decenas de personas rompiendo persianas y vidrieras y robando en negocios, pero rozándose los codos con otras decenas de personas que asistían azorados al espectáculo, aunque sin interrumpir su paseo de fin de semana.
Tan extraña convivencia se vio tanto en los supermercados que sufrieron saqueos (o intentos) como en el centro, donde hubo múltiples estallidos de delincuencia, finalmente controlados por la Policía.
La imagen más clara y terrible tuvo lugar en el local del supermercado Atomo de calle Vidart antes de Superiora, en Rawson. El clima de tensión se vivía desde temprano, cuando el negocio tenía las persianas bajas, tal la recomendación que desde la central de la CAME habían enviado a los comercios sanjuaninos por la tarde; pero frente al predio había muchísima gente expectante, casi usando las casas como palcos.
Minutos antes de las 21, explotó todo. Un grupo de unos 30 hombres y mujeres, todos jóvenes, comenzó a forzar y patear la persiana hasta que la abrió. Entraron al local y empezaron a sacar changuitos llenos de mercadería, ropa y algunos electrodomésticos, ante el centenar de testigos que observaba todo desde la vereda de enfrente.
No habían pasado ni diez minutos cuando llegó a toda sirena un patrullero con cuatro uniformados. La batahola fue total. Hubo muchos disparos al aire y los saqueadores comenzaron a dispersarse corriendo, algunos de ellos hasta se caían con las bolsas que cargaban y rodaban desparramando los artículos robados.
La escena, una de las más violentas de anoche, había superado en angustia a las del Changomas también de Rawson, donde hubo una tentativa de saqueo pero afortunadamente la mecha no llegó a encenderse.
Donde sí se desbordaron los ánimos fue en el microcentro de la Ciudad. Y todo, otra vez, en ese raro cóctel de grupos que delinquían mezclándose con grupos que paseaban, tomaban café y miraban como si estuvieran en un teatro de 360 grados.
La plaza 25 de Mayo comenzó siendo el epicentro, el punto de concentración de grupos de adolescentes que llevaban mochilas, botellas y algunas cajas de vino, y que apenas pasadas las 20 horas ya se habían lanzado hacia los cuatro puntos cardinales en busca de vidrieras sin rejas, luz ni custodia.
De repente las calles aledañas a la plaza y la Peatonal se convirtieron en un hervidero. Comenzó a escucharse los vidrios rotos, hubo corridas por todos lados, chicos y chicas que huían con pequeños botines robados de tiendas y locales de telefonía, fundidos con la estridencia de las sirenas y las persecuciones de los policías, uniformados y de civil.
En un momento el centro llegó a convertirse en un campo minado, donde las vidrieras estallaban en dos, tres, cuatro lugares simultáneamente, y las corridas eran interminables.
“¡Vamo’a hacer moco!”, gritaba un chico de no más de 13 años rodeado de unos diez más, mientras corrían todos por calle Mendoza hacia el Sur. Y por la misma calle, pero en sentido opuesto, un patrullero avanzaba en contramano, esquivando colectivos, por el llamado de auxilio de un negocio de Laprida y Mendoza.
La cuadra de Central entre General Acha y Tucumán fue otro escenario violento. Y mientras la Policía tumbaba y detenía a varios adolescentes, a escasos metros los clientes del café de la esquina comentaban, entre sorbo y sorbo, lo lamentable que se había tornado la situación en la templada noche sanjuanina.
