20 años pasaron desde que Pepito Cibrián Campoy se mandó su, quizás, más grande quijotada artística. Con un gran despliegue al mejor estilo de las puestas extranjeras, Drácula fue el musical que marcó un antes y un después en la comedia musical argentina. Y para subirlo a escena, enfocó su ojo clínico (por entonces con dos décadas menos de experiencia) en un joven artista que, como otros 1.200, audicionaron para el rol principal: Juan Rodó, un cantante lírico que había debutado tres años antes con Rigoletto, de Verdi. Drácula-Rodó. Rodó-Drácula, desde aquel inolvidable 1991, esos nombres parecieron imposibles de disociar, por mucho que otros le hubieran puesto el cuerpo -incluso con éxito- al sufrido vampiro de Transilvania, que llora por un amor no correspondido.

"Esta obra es, digamos, la más importante, sobre la cual se ha edificado un estilo de teatro, de un género que cada vez se afianza más en nuestra cultura. Y significó también la apertura de un gran negocio, porque este rubro es cada vez más taquillero y eso posibilita la llegada de otras obras, incluso internacionales; y de más trabajo", dice el barítono, que reconoce también, y con orgullo; lo que este título significó para su propia vida y obra. Nada menos.

– ¿Cómo fue el reencuentro entre Rodó y Drácula?
– Es un encuentro muy especial al que le tengo especial cariño, porque este Drácula fue mi puntapié inicial para ser quien soy; pero además es la mejor obra, y dicho por el público; y ahora regresa con una propuesta superadora, porque se ha reproducido desde el diseño lumínico hasta las coreografías, pasando por el vestuario; e incluso se agregaron nuevas escenas que habían sido sacadas en el "91 por cuestión de timming. Todo esto hace que este re-estreno sea algo especial.

– ¿Para vos es un personaje que puede sacarse de taquito, o te abocaste a redescubrirlo?
– Si lo tuviese tan de taquito me aburriría, así que no. Para mí, hacer Drácula cada noche es un desafío, y representa cierta exigencia que no me deja nada tranquilito.

– Pepe Cibrián dice que Rodó "es" Drácula…
– Y es así. Drácula fue hecho por Pepe a mi medida, o tal vez yo fui hecho para el personaje, o algo de los dos…

– ¿En algún momento te sentiste encasillado en el personaje? ¿Te pesó esa asociación irrompible?
– No, porque además se pudo demostrar en muchas otras oportunidades y obras que hice que estoy más allá del personaje. He interpretado Los Miserables, La bella y la bestia, Jesús de Nazareth, Otello… yo soy más allá de Drácula, a pesar de que Drácula es, como dije, el personaje ideal para mí…

– ¿Por qué? ¿Qué te cautiva?
– Porque tiene muchos aspectos míos. Tiene mucho humor, mucho sarcasmo, tiene sensualidad, romanticismo, ternura… Es un personaje que se divierte en escena, yo me divierto, y me hace acordar un poco al personaje de la película Amadeus, que muestra un Mozart casi hilarante. Yo soy esta idea de Drácula, que es distinta a los otros "Dráculas" que hemos conocido en las películas, más allá de que la esencia de la historia sigue siendo la misma.

– ¿Y por qué pensás que sigue cautivando al público?
– Con Drácula hay casi un fenómeno recital, porque es la obra de teatro romántica y el personaje cautivante, pero también la música que queremos escuchar. La gente que la conoce hace 20 años también quiere ir a escucharla como si fuera a un recital a ver a su artista favorito…

– Una suerte de Roger Waters (el ex Pink Floyd que bate récords de venta en River para su show 2012) de la comedia musical…
– Algo así, ojalá, sí (risas).

– En esta revisión de la obra, ¿Cibrián te permitió dar tus toques?
– Pepe me da toda la libertad, y yo recreo el personaje en cada puesta, porque si no me aburro. Si no agrego un enfoque, voy muerto.

– ¿Y cuál es tu aporte?
– Detalles sutiles, tanto gestuales como vocales, que tienen que ver con la ejecución. Si antes tal vez la intención estaba más puesta en una frase musical, ahora cada palabra, cada gesto tiene su color. Quiero que la gente redescubra las cosas que yo he redescubierto. Ese es el desafío.