Apoyo muy fervientemente la idea de anualmente, mediante un concurso, elegir una reina en el desarrollo de la Fiesta Nacional del Sol. A este tipo de actividades a veces se las considera discriminatorias porque las candidatas deben reunir una serie de requisitos, como altura, peso y otras cualidades que no permiten el acceso a muchas chicas. Esto es así porque es indispensable ajustarse a pautas de belleza que hoy son prácticamente universales, aunque obviamente no son permanentes y cambian de acuerdo con los tiempos. La elección es importantísima porque esa chica representará, sobre todo con su imagen, a una gran mayoría de los sanjuaninos. Obviamente si es una elección, existe alguna forma de discriminación, la misma que a lo largo de la historia han ejecutado miles de artistas famosos. Sirve como ejemplo el famoso cuadro de Sandro Botticelli “El Nacimiento de Venus” (ver imagen), para el cual utilizó como modelo a la bellísima Simonetta Vespucci, que en 1482, cuando se pintó la obra, sólo tenía 15 años. Hoy seguimos considerando como muy bella a Simonetta y su rostro inmediatamente lo identificamos con Florencia, la ciudad donde vivió. Indudablemente tuvo muy buen ojo Botticelli, debió mentalmente fijarse requisitos muy severos para la elección, aunque debe haber apartado a muchas cientos de florentinas y el cumplimiento de estos fue lo que le permitió realizar tan magnífica obra de arte. Está muy extendida la idea de que quienes participan en este tipo de concursos, al igual que los deportistas, son carentes de cultura y hasta de inteligencia: esta, como toda generalización, tiene una gran parte de exageración y falsedad. Por mi anterior trabajo como árbitro de tenis (hace mucho, pero mucho tiempo), tuve la posibilidad de conocer muy bien a Chris Evert, una de las grandes campeonas de entonces. En un momento me preguntó de dónde era; de Argentina, le respondí. “Tienen un ejército terrible”, fue su comentario. Era el año 1981. Nada impide que a nuestras reinas las ayudemos con su formación educativa y cultural y que les mostremos las posibilidades de comprometerse con causas justas y dignas, y lograr esto es tanto una responsabilidad de ellas como de todos los que estamos en el área de la educación. Podríamos decir que existen pautas de estricto cumplimiento en todas las actividades que desarrollamos los seres humanos. En el campo de la literatura, estas tienen que ver fundamentalmente con lo bello. Estas pautas obviamente cambian con el tiempo, al igual que los criterios que fijan la belleza femenina. La Universidad tiene también pautas muy estrictas que deben cumplir quienes trabajan en ella. Tradicionalmente son dos: que se conozca al menos una lengua extranjera, sobre todo aquella en la que se publica más investigaciones relacionadas con la respectiva disciplina, en el caso de la historia son el inglés o el francés, y mejor si se puede leer trabajos en ambas. El otro requisito es que el universitario debe escribir bien, entendiendo por esto que lo haga en forma clara y ordenada aunque no necesariamente debe estar capacitado para escribir cosas bellas, es decir, hacer literatura. Muchos de nuestros profesores universitarios están lejos de cumplir con estas dos necesidades, aunque esto no es motivo para que dejemos de trabajar para lograrlas, pues es lo único que permite una vida universitaria de mejor calidad. Así como cumplir muy estrictamente los requisitos de nuestro concurso de belleza es lo que mejor nos permitirá encontrar aquella reina que tendrá el honor de representarnos por un año.
