Los nuevos medios de comunicación han conquistado un gran espacio en la vida cotidiana, induciendo a adquirir familiaridad con continuos y veloces desarrollos tecnológicos. Su uso resulta irrenunciable para los jóvenes, al punto tal de haber sido definidos como "generación digital", con referencia especial a quienes nacieron luego de 199
Con la difusión de Internet, en la década del 90, se redefinieron los parámetros del conocimiento, del espacio y del tiempo, con notables consecuencias para la sociedad y los individuos. Siempre las innovaciones tecnológicas han creado reacciones diversas, entre desconfianza y entusiasmo, tanto por ver avanzar algo nuevo con efectos imprevisibles, o por las eventuales potencialidades.
Cada siglo ha tenido sus propias y preocupantes novedades, que una vez que aparecieron, fueron analizadas y a veces juzgadas en sentido negativo. Cada cambio ha modificado el contexto cultural, pero también a la persona misma. Los niños de hoy, inmersos en la tecnología desde que nacen, desarrollan dinámicas de aprendizaje más perceptivas. Los nuevos medios han creado una verdadera y propia cultura que, como tal, habla su propio lenguaje. Para ingresar de modo pleno en esta nueva cultura digital, es necesario seguir el mismo esquema que se adopta para hablar aquel lenguaje que los jóvenes han aprendido de modo más natural y veloz que los adultos, tal como ocurre con los idiomas.
En el mundo digital se redefinen las dinámicas de aprendizaje. La rapidez y el predominio de las imágenes podría desfavorecer el lenguaje verbal y su riqueza, la verdadera lectura que nos permite entrar en sintonía con quien ha escrito las propias emociones, estimulando la fantasía y ayudando a desarrollar el espíritu. Los niños, atraídos por imágenes que se proyectan indefinidamente, corren el riesgo de acostumbrarse a una sobre estimulación de contenidos en detrimento de análisis crítico y de una profunda elaboración personal, redimensionando la fantasía y destruyendo el encanto.
Aún hoy, la lectura permanece como el mejor modo de desarrollar el lenguaje hablado. Se trata de un hábito que no puede ser sustituido por el ambiente digital, sino complementado. Los adultos no pueden abdicar en su misión de educadores. Deberán alentar a los niños para que desarrollen los elementos positivos de Internet, pero también advertir los peligros que entraña, especialmente lo referido a las redes de pedófilos.
Hay que recordar una premisa clave: aunque el potencial tecnológico sea valioso, nunca podrá sustituir los rostros y las palabras de los otros.
