En la medida en que la enseñanza o formación para el educando se circunscriba a las cuatro paredes del aula, la educación quedará sujeta al entorno escolar omitiendo la misma experiencia con el medio social y natural.
La educación no puede equipararse a experiencias realizadas en laboratorios como si su único espacio ideal fuese el aula como original ámbito propio de las prácticas educativas. Una educación para el tercer milenio, debe proponer al docente iniciativas que promuevan a instancias de los ministerios educativos, acciones pedagógicas que pongan al educando frente a la naturaleza para comprender y valorar en el mismo medio de que se habla cuando los valores y principios vinculan las acciones educativas con las experiencias en la realidad. Sin embargo, los programas y áreas de formación escolarizada distan mucho de esta meta, y además, desde la Unesco el reconocimiento de éste ámbito complementario de educación no ha sido promovido. Pensar que la problemática educativa está referida propiamente a los ámbitos de los edificios escolares y su entorno es una propuesta incompleta y desprovista de los fines propuestos para la educación. Por lo tanto, el desafío de hacer variar el escenario educativo está en el maestro o profesor con título docente, quien perfeccionado en la tarea de innovar y la investigación, está comprometido desde su propio rol profesional.
Si la propuesta a este cambio de paradigma tradicional no viene de las mismas autoridades educativas, es pertinente que los educadores implementen este nuevo rumbo que la educación requiere para dar mayor sentido de realidad al aprendizaje desde los mismos contextos pautados en los contenidos programáticos de cada asignatura.
