Con la reapertura formal de la embajada de Estados Unidos en La Habana, el viernes pasado, quedó restablecida en forma efectiva la relación diplomática del gobierno de Washington con Cuba, luego de 54 años de ruptura como consecuencia de la Guerra Fría. El histórico izamiento de la bandera de barras y estrellas, por parte del secretario de Estado John Kerry, el primer funcionario de alto nivel de EEUU que pisa suelo cubano desde 1945, fue un acontecimiento que cierra un acercamiento impensado, hasta que el papa Francisco llamó a Barack Obama y a Raúl Castro a asumir la realidad del mundo global de este siglo.

Claro que esta formalidad diplomática y protocolar está lejos de vaticinar una normalidad real en esta complicada relación por las tensiones internas y externas de uno y otro lado. Están todos los que aplauden la reconciliación en el plano internacional, pero también quienes advierten posiciones ideológicas y políticas irreconciliables, como la dura posición de los republicanos y de los exiliados cubanos en EEUU por el espinoso tema de los derechos humanos en la isla, acusando a Obama de aceptar a una dictadura como forma de gobierno legítimo. Por su parte Castro no cede en aferrarse a la revolución comunista fracasada, ignorando las libertades supremas, a la vez de reclamar resarcimientos a la Casa Blanca por el largo bloqueo económico.

Los cancilleres Kerry y Bruno Rodríguez anunciaron que ambos países crearán una comisión bilateral para definir los temas que abordarán en adelante, en el proceso para la normalización plena de las relaciones. El próximo 10 de septiembre una delegación de funcionarios estadounidenses viajará a La Habana con el encargo de trazar una hoja de ruta que permita pasar a otro nivel en el nexo bilateral.

Y hasta algunos calificados disidentes cubanos invitados a la recepción ofrecida por Kerry decidieron no asistir, entre ellos Berta Soler, líder de las Damas de Blanco, que criticó que EEUU los haya invitado a un acto "de bajo perfil" y no a la ceremonia oficial de la apertura de la embajada, cediendo así a las exigencias del Gobierno de la isla. Sin embargo lo hicieron otros disidentes, como la bloguera Yoani Sánchez y su marido, el periodista independiente Reinaldo Escobar, que confían en el entendimiento. Esto revela otra interna en la isla.