Lo que se rumoreaba desde hace un par de semanas en los ambientes vitivinícolas regionales, se confirmó ayer al conocerse que el próximo martes 7 de julio, el Instituto Nacional de Vitivinicultura reunirá a la Comisión Asesora Técnica -organismo asesor no vinculante que integran las cámaras del sector- para discutir la reciente aplicación del aumento de la intensidad del color que reglamentariamente deben guardar los vinos tintos al comercializarse como tales. Es que desde la reciente liberación comercial el 1ro de junio pasado, el INV dispuso elevar de 400 a 500 (con un 10 % de tolerancia) las unidades de color que tienen que tener los vinos que se comercializan con la denominación de “Tinto”. La mayor exigencia de color es un proceso iniciado hace algunos años, con el propósito de hacer más genuina la propuesta de los vinos tintos -que conforman el 70 % del total que se vende en el país y el exterior- que estaba bastante disipada antes, cuando llegaron a comercializarse como tintos vinos que apenas superaban la condición de “claretes”. Los hubo de 200 y 300 unidades de color al envasarse vinos blancos escurridos “teñidos” con tintos o vinos de uvas con escasa intensidad de color. Hoy en día, en el país y en el mundo, los mayores volúmenes que se comercializan son vinos tintos y rojos intensos, exactamente lo contrario de lo que acontecía 20 años atrás, cuando la proporción de blancos y tintos era a la inversa.

En esta nueva determinación del INV también influyó la presión de quienes poseían los volúmenes tintos, en procura de revalorizar sus productos que -por la mayor demanda y la relativa producción- comenzaban a tender al aumento de precios. Sin embargo, la escasa cosecha y el sostenimiento de la demanda de los tintos en el mercado a granel ha llevado el litro a rondar 1.40 y 1.50 pesos por litro. Es más, el mismo INV anunció antes del 1ro de junio pasado, que al cabo de toda la temporada vitivinícola, regionalmente no habría stock remanente de vinos tintos de calidad: Guillermo García, presidente de la entidad, estimó que para el 1ro de junio del año que viene el remanente regional de esos vinos no superaría el equivalente a medio mes de despachos. Para los blancos calcularon un volumen de stock que rondaría los 5 o 6 meses de despacho. Este panorama era especialmente crítico para San Juan, donde se supuso que mucho antes del año vitivinícola ya carecería de tintos para comercializar.

El tema ya se preanunciaba. Incluso antes de que se liberaran los vinos nuevos, algunas cámaras de Mendoza habían propuesto postergar hasta la próxima temporada el ajuste de la intensidad del color en los tintos, “porque su escasez llevaría la tensión a precios que luego los envasadores, apretados por la demanda de las góndolas, no podrían trasladar a sus ventas o a sus despachos externos”. Por cierto, los productores viñateros o bodegueros trasladistas, poseedores de volúmenes tintos, insisten en que la exigencia de los 500 debe mantenerse “en respeto a la propuesta que se le formula al consumidor de tintos”. En Mendoza, asoman como mayoría las cámaras que propician replantear la medida. En San Juan se hace notoria la presión de viñateros y trasladistas para sostenerla. El 7 de julio, el gran mesón del 4to piso del INV, promete un encuentro entretenido y de presiones encontradas.