A Mercedes Luján de Rodríguez (65) los problemas de presión arterial se le agudizaron. La amarga noticia también le trajo consecuencias en la diabetes a Ernesto Rodríguez (70), su marido. A Marcos Quiroga (actualmente un camionero de 30 años), su novio desde hacía 10 años, le quedó la manía de dejar cada cosa o aparato como ella lo había dejado en la casa que construían en el fondo del terreno de sus padres, en el barrio veinticinqueño Antártida Argentina. Incluso Diego Rodríguez (32), uno de sus hermanos de la chica, tuvo que vender su casa en Santa Rosa e irse a vivir con su señora a la vivienda de sus padres para hacerse cargo de ellos y de la amarga soledad que dejó su hermana.
Todo ese dilema le quedó a una familia de 25 de Mayo tras la muerte de Verónica Rodríguez (27 años, la menor de seis hermanos), una agente de policía que se desempeñaba en la Seccional 5ta y que perdió la vida en un impresionante accidente en junio de 2011 cuando iba a un requerimiento a Alto de Sierra, Santa Lucía.
Verónica antes de entrar a la Fuerza era maestra suplente en la escuela albergue de El Encón y no era muy diferente a otras jóvenes de su edad. Tenía sueños y hambre por perfeccionarse cada día con tal de seguir adelante y mejorar su calidad de vida. Vivía por y para sus padres con tal de que a ellos no les faltara nada. Ni sus remedios ni los víveres diarios. ‘Ella siempre estaba con nosotros y se hizo la casita atrás porque no nos quería dejar solos. Era todo para nosotros, nuestro pilar, nuestra confidente’, cuenta emocionada Mercedes Luján, su madre.
Por sus padres
A sus 25 años, Verónica ya había trabajado como secretaria en un diferimiento impositivo y con el sacrificio de 5 meses en el colegio hizo algún dinero. Con esos ahorros, se compró su auto, un Fiat Uno, que le ayudó bastante en sus constantes idas y venidas a la escuela. Pero su sueño era ingresar a la Policía y lo logró con el mejor promedio. Pero su vocación de servicio y su deseo de ayudar al prójimo terminaría siendo también su último destino.
Eran las 13 del 18 de junio del año pasado cuando un patrullero de la Comisaría 5ta, con un agente al volante, un cabo a su lado y Verónica atrás, circulaba a toda velocidad hacia el Norte por calle Balcarce rumbo a Alto de Sierra, Santa Lucía, por un llamado de emergencia de dos sujetos que merodeaban una oficina del correo. Cuando el móvil policial pasó una curva pronunciada entre Buenos Aires y Hugo Wast, ocurrió la tragedia.
Aquella vez el chofer dijo a sus colegas que un camión se le apareció de repente y eso le hizo perder el control del patrullero. El auto se fue hacia la derecha, reingresó a la calle y siguió a la banquina contraria donde pasó por un bloque de concreto y voló hasta que finalmente se estrelló contra un poste con resultados letales: la agente Rodríguez fue golpeada en la cabeza por el techo del auto y no sobrevivió.
Drama y ausencia
A partir de allí todo fue cuesta abajo para la familia de esa agente. Los primeros días tras la tragedia fueron terribles para Mercedes y su marido. El silencio ganó la casa que una vez supo estar llena de vida. Es más, aún hoy ese inmueble sigue con un halo de tristeza. La vivienda que estaba construyendo Verónica en el fondo quedó tal y como la dejó el último día en que salió a trabajar. Ahí vive todavía su novio por decisión de sus suegros y él no permite que nadie altere el orden de las cosas que una vez tocó su pareja. ‘Él (por Quiroga) es un hijo más para nosotros. Por su trabajo casi nunca está, pero cuando alguien viene a su casa y le saca algo de lugar, lo vuelve a poner donde estaba. No quiere que nadie cambie las cosas que dejó mi hija’, explicó Mercedes Luján.
Su muerte trajo problemas y cambios de todo tipo a su familia: ‘tuve que vender mi casa porque me hice cargo de mis viejos. No se podían quedar solos y la verdad que extraño muchísimo a mi hermana. Era el pilar de mis viejos, era muy compinche y buena persona con todo el mundo. Con Marcos fuimos al lugar del choque y pusimos una placa para recordarla’, contó Diego, su hermano, emocionado.
Para su madre el entrar a la policía fue como una maldición. ‘Ella estaba orgullosa de su trabajo y yo no estaba de acuerdo con que fuera policía. Era muy peligroso y al final le costó la vida. Una vez me dijo que no quería trabajar toda su vida en la policía y por eso seguía con los cursos’, comentó Luján. Y agregó: ‘la extrañamos muchísimo y por semana vamos como tres veces al cementerio. Su ausencia me hace tanto mal que no hay un solo día que pase sin que me acuerde y llore a mi hija. Nos dejó un vacío enorme’.
