"… Cuando llegaron al lugar vieron un cesto en la escalera, les llamó la atención y al abrirlo, no encontraron más que sangre y moscas. En otro lugar, lejos del patíbulo, una mujer les deba a los cerdos la cabeza del monstruo. Coman mis niños, coman…" dice un pasaje de El verdugo ajusticiado, uno de los 10 cuentos -además de una recopilación de textos cortos- que reúne Macabro. Se trata del flamante cuarto libro del escritor sanjuanino Horacio César Barilari, que vuelve a adentrarse en historias de terror y suspenso, género poco explotado en la provincia y que suele recobrar protagonismo en días como hoy, cuando parte del mundo celebra Halloween.
Barilari es un hombre corpulento, tiene 58 años y debido a una artrosis, se asiste con un bastón cuyo mango tiene una figura animal extraña que no desentona con sus anillos de calaveras, ni tampoco con sus brazos cubiertos de tatuajes, donde abundan más calaveras y algunos rostros de Cristo. Tampoco con el montón de cráneos que eligió para la tapa de su nuevo libro. "El terror, el horror es una temática que me cautivó desde la adolescencia, aunque al principio escribía poesías, reflexiones, canciones… Siempre me gustó, tanto en el cine como en la literatura", rememora este lector de autores como Stephen King y Edgar Allan Poe, martillero público con pasado rockero (hace unos 15 años tuvo la banda El Trébol, de rock alternativo) y también cultor de novelas negras y policiales, con alta cuota de sangre.
"Me tiran mucho los temas paranormales, la muerte y lo que hay más allá, la tecnología que hoy existe para registrar esta energía que somos, además de materia", se explaya Barilari, padre de 3 hijos que acompañan su afición, quien a veces narra como observador y otras como protagonista de sus propias creaciones; en general ficciones, aunque también experimentó situaciones que alimentaron su fantasía. "Mi madre es más de tener esas experiencias, pero yo he escuchado voces que me llaman y también he sentido presencias", confiesa con naturalidad y una calidez que no se percibe a primera vista. Horacio cuenta que no tiene horarios para escribir, que muchas veces ha manoteado servilletas en un bar; y que -aunque no es nada lindo- los estados negativos o "bajones" son un buen motor de ideas en su caso. Él mismo se encarga de llevar sus libros a negocios y ferias, aquí y en Mendoza; donde con un dejo de curiosidad le comentan que prácticamente no tiene competencia local. "Igual, el año pasado se movió un poco mejor", reconoce el escritor, que sueña poder vivir de sus historias y también llegar a ver alguna de ellas convertida en un cortometraje. "Eso sería muy bueno", dice con una sonrisa que espanta cualquier miedo.
