Hace al menos 30 años que escucha, observa y analiza la multiplicidad de reacciones que generan las problemáticas de la vida en pareja. Patricia Faur, como psicóloga, magister en Psiconeuroinmunoendocrinología y Psiconeurofarmacología, también formada en Mediación y Resolución de conflictos, entre otros tantos títulos que engrosan su curriculum y dan sentido profesional a su interés social, estuvo intrigada desde siempre por ‘tratar de entender por qué tantas personas inteligentes, exitosas y con un gran potencial, arruinaban sus vidas y se marchitaban en relaciones de desamor”. Esa fue la razón principal por la que se adentró en el mundo de las ‘Dependencias afectivas”. Justamente por su frondoso conocimiento, basado en experiencias e investigaciones, es que el viernes pasado llegó a la provincia en el marco de la Diplomatura Transdisciplinaria PNIE Desafíos del Siglo XXI, que se dicta en la Universidad Nacional de San Juan, para hablar de esos amores que duelen, en lugar de hacer feliz.
¿Todos tenemos dependencia afectiva de algún modo? ¿Cuando esa dependencia se vuelve enfermiza?
Tanto la dependencia afectiva como el apego pueden ser normales o escalar a un grado de patología. Todos dependemos en buena medida de nuestros vínculos más cercanos y eso no está mal.
Las dependencias afectivas o el apego patológico tienen que ver con sentir que no sos nada sin el otro. Que es el otro el que te da identidad, el que te da el oxígeno para respirar. Y esto es más grave teniendo en cuenta que ese otro es alguien que te somete al desamor o al mal amor, o sea ,hablamos de relaciones enfermizas. En estas relaciones se genera un vínculo adictivo: sé que me hace mal y aún así no me puedo correr de ese lugar de sufrimiento.
Como dice en el flyer de la charla que vino a dar a San Juan, ¿cuáles son los límites del amor? ¿Cómo darse cuenta que uno está en medio de un amor que no es tan sano como se cree?
El amor sano no enferma, no mata, no humilla ni somete. En una relación sana seguís siendo vos, no perdés la libertad de afirmar tu identidad. En las relaciones patológicas te vas perdiendo en el otro con tal de que no te deje , de que no se vaya o de que pueda llegar a quererte. Te transformás en lo que suponés que el otro espera que seas.
Y el límite es el dolor. Todas las parejas tienen peleas, desacuerdos, exabruptos. Pero el dolor del otro es un límite que no sobrepasan. Y cuando lo hacen sienten culpa y tratan de reparar. El buen amor es desear el bien del otro, y su dolor te duele, es empático, es solidario con el amado.
¿La dependencia emocional afecta tanto la salud mental como la física?
La dependencia patológica y las relaciones enfermizas van llevando a un progresivo grado de estrés crónico que va dañando todo nuestro sistema. El desajuste neuroendócrino e inmune hace que las personas enfermen más del corazón, de enfermedades funcionales gastrointestinales, cefaleas, problemas de piel, enfermedades endócrinas, etc. La inmunidad se ve afectada y quedan más vulnerables frente a posibles infecciones. Hay genes que estaban dormidos y se ‘despiertan’, se hacen ver cuando el estrés es una acumulación de carga en el organismo.
Da la sensación -quizás por la mediatización de los casos- que hay más problemas de pareja en los últimos años y que es más cada vez son más violentos, ¿es así?
Tal vez siempre hubo problemas de pareja, pero la sociedad cambió. La mujer salió al mercado laboral y tiene independencia económica, la maternidad se puede postergar, ya no está mal vista una separación. También es verdad que la mediatización en distintos unitarios de terapias de pareja mostró que no es una cosa terrible ir a consultar a un terapeuta y que no se va siempre al psicólogo para separarse. Eso aumentó las consultas. En cuanto a la violencia hoy se habla más y eso hace que sea más visible.
¿Lo padecen más las mujeres que los hombres? ¿Los hombres son menos dependientes afectivamente que las mujeres? ¿Los amores enfermizos son responsabilidad de ambos?
Los hombres pueden sufrir mucho por amor. Pero los mandatos sociales no les permiten mostrarlo. se encierran , se distancian, se deprimen y no lo cuentan. Las mujeres son más abiertas para mostrar su vulnerabilidad afectiva. Pero además es verdad que sobre ellas pesan más mandatos culturales y sociales que las presionan a ‘aguantar’ o ‘soportar’ más algunas cosas dentro de las relaciones. Y por otro lado hay más vulnerabilidad neurobiológica. Hormonas y emociones hacen que -por ejemplo- la depresión sea el doble para mujeres que para varones.
Ambos son responsables, pero siempre hay uno que enferma más porque son relaciones asimétricas donde uno tiene el poder porque el otro es más carenciado emocionalmente y más necesitado de afecto. El más necesitado de afecto va a tolerar cualquier cosa con tal de no ser abandonado.
¿Cómo se sale del ‘círculo vicioso’ que genera la dependencia afectiva?
Lo primero es reconocer que se ha naturalizado el dolor emocional. Y que el amor no tiene que provocar ese dolor. Los dependientes son personas que funcionan muy bien en todas las áreas de la vida: son exitosos en lo profesional, en lo social y en lo económico. Pero en lo emocional son como niños caprichosos, obstinados y demandantes que creen que el amor sucederá con sólo proponérselo. Y es que vienen de familias e historias en las que han sido niños-adultos que ocuparon lugares de responsabilidad cuando no llegaban al metro de estatura.
Y ahora se quieren cobrar esa infancia que no los cobijó. Quieren llenar ese vacío. Hasta que comprenden y aceptan que la infancia prescribió, que ya no será. Que ahora lo mejor que les puede pasar es ser adultos y aceptar que habrá que irse de donde no sean bienvenidos o queridos. Y que el amor no se compra, no se gana con estrategias ni transgrediendo los propios valores ni generando necesidades en el otro. El amor es un don, un regalo. Y dar tiene que ser un placer, la alegría de hacer feliz a alguien. Y, por supuesto, que ese placer sea recíproco.
