México, 29 de abril.- Su caso se conoció ayer. Alejandra, es una mexicana de 22 años, que pasó más de 24 meses de torturas en las que en ocasiones se alimentaba comiendo los plásticos con los que envolvía las prendas de sus clientes en la tintorería en la que la mantenían cautiva.

"Me golpeaba muy feo", le contó Zunduri, como quiere que la llamen ahora. "Me llegaba a golpear con palos, fierros, con lo primero que pudiera estar en sus manos", dijo respecto al dueño del lugar. "Había días que no dormía, nada, me obligaba a mantenerme despierta para seguir trabajando", agregó.

El maltrato le provocó severos daños. Zunduri cumplirá 23 años el próximo mes aunque su cuerpo es como el de una adolescente de 14. Pero los exámenes médicos determinaron que sus órganos tienen el mismo desgaste de una persona de 81 años.

La semana pasada aprovechó un descuido de quienes la esclavizaban y escapó. Una amiga le ayudó a denunciar el caso en la Procuraduría (fiscalía) General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF), según consigna la BBC.

Los captores de la joven están detenidos acusados de trata de personas por trabajo forzado.
Según las autoridades, la chica permaneció encadenada dentro de una habitación de cuatro metros cuadrados, detrás del mostrador de la tintorería que se ubica bajo el departamento en que vivían sus propietarios.

Ella cuenta que sus captores la dejaban sin comida ni agua, a veces hasta por cinco días.

"Llegué a estar mucho tiempo sin comer, no tomaba agua, masticaba los plásticos con el que se cubría la ropa", narró a la televisora.

Los clientes de la tintorería no podían verla pues estaba escondida detrás de pilas de ropa.

Además no hacía ruido. Según contó al diario El Universal, gritar o pedir ayuda era castigado con una severa golpiza.

Zunduri recuerda un momento de espanto: "Me dijo que tenía preparada una sorpresa para mí. Así me dijo", contó. "Me puso la cadena en el cuello durante todo ese día. Todo el tiempo, día y noche amanecía y dormía con la cadena".

"Me decía que no me daría de comer hasta que tuviera el trabajo que exigía. Me dejó sin comer. Lo más que aguanté fue alrededor de cinco días".