Con un estilo directo y de llegada a la gente sin filtros, el arzobispo de Nueva York, el cardenal Timothy Dolan, se reunió con los periodistas al margen del Sínodo de los obispos sobre la Nueva Evangelización que se desarrolla en Roma, y destacó que "la Iglesia no tiene miedo de reconocer los propios errores”. Según el purpurado estadounidense, "ser humildes no es solo una estrategia pastoral, sino la actitud correcta” para que la Iglesia lleve a cabo su misión. "La Nueva Evangelización -añadió- está relacionada con la renovación espiritual y con la conversión de los corazones”. La gran acción purificadora de Benedicto XVI ha creado fastidio. El 18 de junio, en pleno escándalo "vatileaks”, el secretario de Estado de la Santa Sede, Tarcisio Bertone, vinculó la crisis por la filtración de documentos confidenciales, sustraídos de los aposentos papales, con las decisiones difíciles del actual pontificado. Determinaciones "impopulares” como la intervención directa contra los sacerdotes culpables de abusos sexuales. Pero no sólo. También una depuración del episcopado mundial, una "silenciosa limpieza” que le costó el puesto a decenas de obispos corrompidos. No existen estadísticas oficiales sobre los obispos obligados a presentar sus renuncias anticipadas en los últimos seis años.
Cuando un prelado deja su puesto por enfermedad o "causas de fuerza mayor”, la sala de prensa del Vaticano difunde una nota de tres líneas para informar que la dimisión fue aceptada por el Papa según el número 401º 2 del Código de Derecho Canónico, la ley fundamental de la Iglesia. Desde la llegada de Joseph Ratzinger al trono de san Pedro las dimisiones obligadas se multiplicaron. Desde abril de 2005 a la fecha dejaron su puesto con esa fórmula 77 obispos, un promedio de uno cada 36 días. De estos sólo una cifra menor se debió a males físicos, como los estadounidenses John Jeremiah McRaith de la diócesis de Owensboro, Ignatius Anthony Catanello de Brooklyn y Daniel Buechlein de Indianápolis; los italianos Karl Golser de Bolzano-Bressanone y Filippo Strofaldi de Ischia. El resto dimitió, entre otras cosas, por mala administración económica, problemas de tipo sexual, dificultades doctrinales y abierta rebeldía al Papa. Algunos directamente fueron exonerados de sus funciones, tras su negativa a renunciar. Y ante escándalos públicos la Congregación para los Obispos de la Santa Sede concedió retiros en cuestión de días, como en los casos del argentino Fernando María Bargalló de la diócesis de Merlo-Moreno, captado mientras vacacionaba con una amante, o el chileno Marco Antonio Órdenes Fernández de Iquique, investigado por supuestos abusos. Entre los obispos dimisionarios se encuentran religiosos y también diocesanos. Uno de los primeros en salir de escena tras el inicio del ministerio de Benedicto XVI fue el obispo de Linz, Maximiliam Aichern, conocido por sus marcadas posiciones progresistas. Cuatro años más tarde, Gerhard Maria Wagner rechazó el nombramiento que le hizo el Papa como pastor de esa diócesis austríaca por una revuelta de sacerdotes que lo consideraban "demasiado conservador”. Como consecuencia de sus posturas doctrinales dejaron el gobierno de sus diócesis también los argentinos Marcelo Melani de Neuquén y Juan Carlos Romanín de Río Gallegos; los australianos Patrick Percival Power, auxiliar de Camberra y William Morris de Toowoomba. Benedicto XVI tampoco ha tolerado las inconductas sexuales de los prelados. Sancionó por igual los abusos contra menores, el concubinato, la "doble vida” con hijos incluidos o los extraños comportamientos morales. Mientras tanto en Burkina Faso, Hungría, Italia, Congo, Eslovaquia y Croacia se registraron episodios de pésima administración económica que tampoco fueron ignorados por un Papa empeñado en dejar en claro que, para "limpiar” la Iglesia, no bastan las buenas intenciones. Para estos tiempos actuales se necesitaba de un Papa con la mansedumbre pero también con la firmeza que Benedicto XVI transmite, barriendo la inmoralidad de quienes deben ser testimonio, no con largas prédicas acusatorias sobre los demás, sino con una vida transparente que hable antes que las palabras.
