El día después de esta Navidad no quedará como un grato recuerdo para los vecinos de 9 de Julio y Caucete, que en su mayoría debieron pasar a oscuras, con calor y mojados el epílogo del 25 y más de la mitad del día jueves, a la espera que la distribuidora de energía reponga el servicio, algo que se dio de forma intermitente durante el correr de las horas, aunque algunos hasta anoche aún no veían la luz.
Una de las zonas más afectadas fue la que comprende al barrio Cooperativo, en suelo nuevejulino, que contiene en su interior a unas 80 viviendas pero que, en la práctica, alberga a casi 100 familias (algunas tienen casas en los fondos). Uno de los que padeció estar sin electricidad por casi 20 horas fue Miguel Villegas (foto), su esposa Lorena Ortíz, y sus tres hijos; quienes desde las 22 horas del 25 y hasta ayer bien tarde no tuvieron luz.
Los Villegas perdieron parte de la comida que sobró de Navidad -una postal repetida en las otras casas- mientras que otra parte tuvieron que llevarla a la casa de la madre de Lorena, en la villa cabecera del departamento, para que no se echara a perder. ‘’Esto es un calvario, con el calor que hace no se pudo casi ni dormir y las cosas se están fermentando’’, contó resignado el jefe de hogar. Igual, se las ingeniaron para salvar algo de todo lo que estaba en la heladera y para ello trataron de no abrir tanto el freezer, donde dejaron algunas cosas; entre las que había botellas con hielo, además de agua potable. Casi todo el tiempo la pasaron sentados bajo un alero, por el calor, mirando de reojo el ventilador que no podían encender.
Según contaron, se quemó un transformador en la zona y pese a los reclamos, Energía San Juan no fue a restablecer el servicio. ‘‘Nos cansamos de llamar y hasta ahora -sobre el mediodía- no aparecieron. Se torna insoportable estar en estas condiciones’’, se quejó Lorena. Ante la falta de acción de la distribuidora trasladaron el reclamo al municipio pero les dijeron que ‘’no podían hacer nada’’.
Esta familia decidió permanecer en su hogar, mientras que otros vecinos emigraron a casas de familiares en busca de luz y, con ello, un ventilador o aire acondicionado que calmara el sofocón. Eso sí, los que se quedaron se vieron obligados a autoabastecerse, porque los negocios del barrio estaban en la misma situación y sólo podían vender artículos no perecederos.
