El panorama cambió sustancialmente con la llegada de las lluvias de otoño de El Niño que ya provocaron pérdidas de magnitud. Algunos estiman unos 8 millones de toneladas sólo en soja.

Mientras en forma muy simplista algunos funcionarios consideran que la rebaja de las retenciones a la mayoría de los granos y otros productos de origen agropecuario, es suficiente ‘aliento’ para provocar un salto productivo, cuali y cuantitativo, día a día se suman voces en sentido contrario.

Una nota de Susana Merlo en Primicias Rurales explica que ‘por un lado, el crecimiento de la inflación de los últimos meses ‘erosionó’ buena parte del avance que se había logrado con la actualización del dólar y la mejora en el tipo de cambio al bajar a cero los impuestos a las exportación (excepto a la soja, que sigue en 30%, y algunos productos como harinas y balanceados)’.

Esos cambios habían permitido que, al menos los cultivos anuales de las zonas centrales, recuperaran resultados positivos

que habían perdido desde 2014/15.

Los resultados, sin embargo, tampoco se mantenían cuando, saliendo del campo, las distancias a puerto o a fábrica superaban los 400-500 km.

Aún así, las siembras tradicionales y más aún el doble cultivo trigo-soja, o maíz de primera, aparecían atractivos.

El panorama cambió sustancialmente con la llegada de las lluvias de otoño de El Niño que ya provocaron pérdidas de magnitud y el ‘toque de gracia’ con el último aumento del combustible en plena cosecha -que acumula ya un aumento de 30% desde que asumió el nuevo gobierno-.

La pérdida de cosecha hasta ahora compensa globalmente la caída de la producción con los mayores precios internacionales (impulsados, en gran medida, justamente por la menor cosecha argentina), es de una gran inestabilidad y la situación cambiaría (para mal) si se comprueban daños mayores a los calculados por el gobierno.

Por otra parte, el que perdió total, o parcialmente la producción, va a estar más descapitalizado aún para emprender una

nueva campaña en la que el bien más escaso sigue siendo la liquidez. De hecho, ya está aumentando el corte en la cadena de pagos.

En cuanto a la suba del combustible, inexplicable para algunos, tiene un doble efecto negativo: suba de los costos de cosecha, y aumento de los estratégicos fletes, con un efecto cascada sobre los precios generales de los productos. Mal momento para la suba en plena recolección de una campaña jaqueada por el clima.